21. Las Sombras de la Reliquia. El Principio del Fin.

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El principio del fin. Era lo único capaz de pensar, dejándome engullir por una terrible ansiedad, por una horrible sensación de desasosiego que parecía oprimir mi corazón sin piedad.

Arrugué, inmediatamente, la carta de Ominis, guardándola en el interior de mi puño izquierdo. Sin pensar, sin razonar, busqué la chimenea más cercana conectada a la red de Polvos Flu. En ese entonces me encontraba estudiando en la Biblioteca, por lo que tan sólo tuve que bajar la escalera de caracol y utilizar la chimenea que me ofrecía aquella estancia. Sin llegar a detenerme siquiera en pensar las consecuencias de mis actos, salí del castillo utilizando aquel medio de transporte tan poco agradable, acrecentando aún mis náuseas. Pero Ominis y Sebastian me necesitaban. ¿Qué importancia tenía entonces mi vértigo o mi pánico? ¡Ninguna!

Qué ciega había estado. ¡Qué ciegos habíamos estado, tanto Ominis como yo! Pensábamos que Sebastian ya se había olvidado de aquel asunto, de la reliquia de Slytherin, de encontrar una cura para su querida hermana maldecida. Sin embargo, Sebastian nunca había dejado de insistir en su búsqueda. Habíamos sido unos inconscientes, deberíamos haberlo vigilado mejor. Iba a cometer una locura, estaba completamente segura. Realmente, no sabía que iba a suceder, pero eso era lo que yo sentía, la sensación que alimentaba mis peores temores.

Llegué a cerrar incluso los ojos, durante mi tortuoso trayecto, a través de la red de Polvos Flu, cerrando incluso la boca, para impedir la entrada de las cenizas en la misma. Y cuando ya pensaba que perdería la consciencia, todo cesó de dar vueltas y más vueltas. Me sentí expulsar, a través de la boca de una chimenea, aterrizando de cualquier manera en el suelo húmedo y fangoso. Me puse en pie, de cualquier manera, provocando el oscurecimiento de mis ojos. Demasiado rápido, me había incorporado excesivamente rápido. Tuve que aferrarme a una de las rocas más cercanas a mi posición, sintiéndome aún algo inestable, di un par de pasos hacia mi destino. Ominis aguardaba cerca, próximo a la entrada de las Catacumbas de Feldcroft, inquieto, dando vueltas sobre sí mismo, en círculos interminables, mostrando su propia ansiedad.

-Recibí tu lechuza-anuncié mi llegada, entre suspiros entrecortados.-¿Dónde está Sebastian?-pregunté a Ominis Gaunt nada más entré en su campo de audición. Percibí que hablaba entrecortadamente, como si realmente me faltara el aliento, aunque no había hecho ningún tipo de esfuerzo físico que justificara mi disnea.

Ansiedad. Era la ansiedad la que estaba hablando, en ese momento. Intenté controlar el temblor en mi voz, intentado calmar mis nervios a flor de piel. Alguien tenía que mantener la calma, no me podía dejar dominar por el miedo. Necesitaba estar fresca y tener la mente clara y despejada.

-Dentro de las catacumbas-respondió entonces Ominis Gaunt, frunciendo el ceño.-Me sorprendió que no estuvieses con él-aquel comentario, fuera de lugar, me molestó, ciertamente. ¿Por qué pensaba Ominis así de mí...? ¿Por qué...?

-Ominis

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-Ominis...-fui a replicar, alzando un poco la voz, cruzándome de brazos.

-Para-me cortó abruptamente él, haciéndome sentir verdaderamente mal, a la par que triste.

Hogwarts Legacy - A Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora