04-08-2011
Día soleado. Tutú de Oro... El mejor concurso de ballet de la zona. Allí iban los mejores bailarines a dejarse la piel en el escenario. Estaba en todos los periódicos y en todas las noticias se hablaba de ello, y de apenas otra cosa. Estaba en boca de todo el país. Ese año, además de muchos bailarines y bailarinas conocidos por todo el país, participaría Albert Brown, un gran bailarín, dispuesto a llevarse el oro.
Brown, un gran hombre conocido por toda la zona, sabía lo que podía hacer, hasta dónde podía llegar y a lo que se enfrentaba. Todos los grandes del ballet acudirían, tenía que estar preparado para todo. Si ganaba ese concurso su vida y la de su hija cambiaría para siempre. Era lo que deseaba con toda su alma.
La pequeña solía mirar a su padre fascinada mientras este hacía cada giro y giro con precisión y gran equilibrio cada tarde y cada noche. De vez en cuando cogía sus zapatillas de ballet, las cuales se las había regalado su ídolo paternal, y empezaba a imitarle. Ella no era tan buena como él pero quería llegar a serlo en un futuro no muy lejano. Los dos estaban muy unidos y pasaban la mayoría de las tardes bailando juntos, riendo y disfrutando de aquellos tiempos. Cada segundo junto a su hija importaba para él, era lo que más quería del mundo. Su madre les miraba y sonreía al ver a los dos tan unidos, tenía miles de vídeos y de fotos de los dos ensayando, los cuáles hacía sin que se dieran cuentan.
La niña mejoró rápidamente al paso de los años y al cabo de pocas semanas ya era casi igual que su padre. La pequeña estaba muy ilusionada con el concurso que se celebraba al día siguiente, había sido el motivo por el viaje que habían realizado.
— ¿Vas a ganar? Se lo he dicho a todos mis amigos, están deseando verte todos.
— Lo intentaré, mi copito de hielo... Lo intentaré — le dijo mientras le tocaba la nariz con su dedo y su hija se lo atrapaba.
Pasaron la noche hablando hasta que Julie se durmió en el sofá de la habitación y su padre empezó a ensayar, quería que todo fuera perfecto. En mitad de la noche Julie se despertó por los ruidos de su padre, no había parado de ensayar en toda la noche y ya era casi la hora del concurso. Albert sería el último en participar.
Una vez ya allí todos los concursantes fueron haciendo sus interpretaciones la mar de bien, pero nadie supera a la del señor Brown. La suya era mágica y tenía algo diferente a la del resto, pero nadie sabía qué era ese algo.
— Señor Brown, por favor, acuda al escenario, es su turno.
Albert se levantó de la silla mientras miraba su hija, la cual no paraba de sonreírle orgullosa; su padre sería noticia e historia, todo el país le vería por las noticias locales. Sin embargo, el señor Brown sintió una punzada en el pecho. No le dió importancia, el tratamiento nunca había fallado y no había necesidad de dar una falsa alarma en aquel momento. Empezó a caminar y, cuando estaba a pocos pasos del escenario, cayó. Todos los asistentes corrieron en su dirección, pero ya era tarde, había perdido su vida antes de realizar su gran sueño. Fue noticia y todo el mundo hablaba de ello.
La pequeña de seis años miraba el cadáver de su padre mientras las lágrimas brotaban por sus mejillas sin poder ser controladas, había perdido a su padre delante de sus narices y no había podido hacer nada.
Con sus zapatos puestos y su tutú bien colocado, Julie subió al escenario. Ante las miradas de tristeza y de asombro de todos, Julie empezó a hacer el número de su padre, se sabía todos los movimientos de memoria y le sabía casi tan bien como a él. Los técnicos de sonido pusieron la música y los cámaras grabaron todo mientras su madre lloraba sin poder controlar las lágrimas. Su padre ya no estaba para hacerlo y lo único que podía hacer era cumplir su sueño aunque fuera de esa manera. Nada más terminar su número cayó de rodillas al suelo mientras lloraba sin poder controlar las lágrimas.
Salió en todos los periódicos, el concurso había sido cancelado durante ese año.
Más tarde se conoció que la causa de su muerte había sido por una enfermedad que tan solo él conocía de ella, había preferido mantenerla en secreto hasta que había sido demasiado tarde.
Julie estaba destrozada y decidió mudarse cuando cumpliera los dieciocho lejos de su casa, donde le atormentaba cada recuerdo.
El día de su dieciocho cumpleaños partió hacia la ciudad donde se había celebrado el concurso y alquiló un apartamento con una chica llamada Emily, la cual parecía muy simpática.
Más tarde descubrió que debía estar muy unida a ella para ayudarla en todo lo que necesitará ya que ella tampoco había tenido una vida fácil y había sufrido mucho. Estaban la una para la otra y se apoyaban en cada paso que dieran, aunque fuera pequeño.
La pequeña bailarina le había jurado a su madre que no volvería a bailar ballet nunca más en su vida y que se dedicaría al patinaje artístico, algo que también le gustaba mucho; su madre tenía miedo de que si siguiera con el ballet pudiera pasarle lo mismo que a su padre. Sin embargo, nunca había cumplido su promesa, cuando bailaba sentía que tenía a su padre cerca, que seguía con ella. Cada giro, cada salto... Se lo dedicaba a él. Cada trofeo que se llevó de patinaje también se lo dedicaba a él, aunque no lo dijera en la persa ni en ningún concurso, se lo dedicaba. Él había sido su guía, no podía echar el ballet de su vida, ya que sería como echarle a él.
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Un Ballet Al Ritmo Del Amor ✓
Romance¿Los sueños son más fuertes qué el amor? ¿Es difícil encontrarlo? No. Solo es difícil mantenerlo. *** Un amor por una tontería... Suena a estupidez, pero es tan cierto... A veces pasa por solo verse o por solo escuchar su voz, pero pocas por ensucia...