XXI

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Apareció en medio de una desolada calle, en el que parecía ser un barrio muggle. Estaba 100% seguro que lo era pues de ninguna manera ningún mago que se aprecie de serlo viviría en un lugar tan aburrido como ese.

Todas las casa eran iguales, de dos pisos y un pequeño jardín donde apenas cabía un ¿vehículo? El número frente a él era el 4.

Un escalofrío recorrió su espalda, aunque no sabía el motivo. Merlín, jamás había estado en un lugar tan horrible como ese, pero algo lo obligaba a estar ahí y a no poder irse.

No había nadie en la calle, así qué se apresuró a tocar la puerta. Lo hizo durante algunos segundos, pero nadie respondió. Decidió darse vuelta y justo en ese momento, la puerta se abrió.

La casa era más horrenda (si podía) de lo que se miraba por fuera. El tapiz de las paredes era tan anticuado que juraría escuchar los comentarios mordaces que  diría su madre si lo veía. La alfombra era peor, no combinaba para nada.

- ¿Hola? -Preguntó mientras seguía caminando. Nadie respondió, pero de la puerta frente a él salían algunos gritos. Enarcó de nuevo una ceja y al pasar por las escaleras, pudo ver que el hueco debajo de ellas tenía una puerta.

-... ¡Ven acá, fenómeno! ¡Te enseñaré a cocinar mejor de lo qué haces ahora!

Escuchó algunos golpes, seguido de un corto periodo de silencio y después, el llanto de un niño. Abrió los ojos, esperando que lo que creía que pasaba no fuera real.

- ¡Potter! -La voz masculina volvió a surgir, llamando la atención de Draco, ¿hablaba de Harry? ¿Qué estaba pasando? - ¡Llevaré a esa pequeña escoria a un orfanato, te lo juro Petunia!

- ¡No puedes hacer eso! Ellos saben dónde vivimos y nos harán algo.

- ¡Es tú culpa por aceptar cuidarlo! Ha destruido cosas con su rareza, es un peligro para nosotros y no estoy dispuesto a aceptar más de esto.

Draco entró, no sabía dónde estaba, pero su atención estaba completamente enfocada en aquellas dos voces. El hecho de haber escuchado "Potter" no hacía más que aumentar sus nervios. 

Lo que vieron sus ojos fue a un señor regordete con un bigote, a una mujer alta cuya cara se asemejaba a la de un caballo y a un pequeño niño pelinegro tirado en el suelo. Tomaba su hombro y de su nariz salía un pequeño hilo de sangre. Sus ojos eran tan verdes, aún empañados en lágrimas.

Esos ojos tan conocidos. Los ojos de su Harry.

- ¿Harry? -Susurró. El pequeño se acomodó sus lentes maltrechos y lo miró con seriedad.

- ¡¿Y usted quién demonios es?! -Habló el hombre. - ¡¿Y cómo es que conoce a este fenómeno?

- ¿Qué le han hecho? -Preguntó con furia, misma que incrementó al ver como Harry sostenía su brazo, el cual no podía sostenerse por sí mismo. Estaba dislocado.

- ¿Qué te importa? Solo así podrá aprender a hacer un buen desayuno y a ocultar su rareza de los ojos de los demás.

Draco lo fulminó con la mirada y se apresuró a encontrarse con Harry. El pequeño lo miró asustado e hizo el amago de protegerse con sus brazos, lo cual solo provocó más dolor en el que estaba dislocado.

-Tranquilo... Te ayudaré -Susurró para él y lo tomó en brazos. Sacó su varita del bolso de su pantalón (ni siquiera sabía que la tenía con él) y apretó hacía él al escuálido Harry.

La mujer y el hombre huyeron al instante que miraron su varita. Rodó los ojos y bufó con furia.

- ¿Harry? -Preguntó en un susurro, viendo como el pequeño intentaba limpiar la sangre de su nariz. Lo miró atentamente - Yo soy un ¿doctor? -Intentó que la duda no sonara tanto en su voz. Si su memoria no fallaba, sabía que así le decían a los medimagos en el mundo muggle- Y te ayudaré, ¿sí? Pero necesito que me enseñes algo... ¿Puedes enseñarme dónde está tu habitación?

Stay Close To Me. (Drarry/Harco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora