Capítulo XVIII - Baile de Primavera (Tercera parte)

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(Tercera Parte)

Llevaba toda la noche intentando hacerme con Valery o Summer para contarles lo ocurrido. Por desgracia, en cuanto traspasé el umbral de la puerta, mi madre se me lanzó al cuello. Parecía ser que no entendía el porqué me había ido de casa un par de días, así como tampoco entendió lo que quería decir que había ido sólo a recoger unas cosas.

Cuando quise darme cuenta, estaba encerrada en mi habitación, sin móvil, y sin ordenador. Mi madre me había dejado incomunicada y, para mi buena suerte, yo le había pedido a Andrew que no me acompañara.

<<Muy lista, Sheyla>> pensaba con amargura.

Me había dejado caer sobre la cama, intentando vislumbrar una forma para avisar a mis amigas de los planes de Ella. Tenía que decirle a Summer que no creyera nada de lo que veía, pero no tenía modo de hacerlo.

<<Y luego dicen que las películas son una exageración de la realidad>>  seguí lamentando, con ironía. <<Que me lo digas a mí>>.

Al final, y tras miles de gritos para que mi madre me dejara salir, me quedé dormida con la espalda apoyada en la pared y los ojos inundados de lágrimas de frustración.

*** *** ***

Estaba devastado. No tenía ganas de volver al instituto, pues eso significaba verle la cara a la loca de Ella. Pero, por otra parte, quería tener la oportunidad de despedirme de Summer. Mi Summer. Se me partía el alma al pensar en lo que estaba a punto de hacer; por ser un cobarde.

Mi madre no estaba mejor que yo. Es más, estaba seguro que, si de ella dependiera, habría dejado que el padre de Ella la disparara para acabar con la situación. Pero tampoco podía dejar que eso pasase.

-¡JODER! –grité, tirando un vaso contra la pared haciéndolo explotar.

¿Cómo iba a hacerle eso a Summer? No era capaz de despedirme de ella, de ver su cara cuando le dijera que debíamos dejarlo. Seguramente sus ojos, esos hermosos ojos azules que tenía, mostrarían decepción, ira, y dolor. No estaba seguro de poder aguantar eso.

Miré el reloj que descansaba sobre mi mesita de noche. Eran las tres de la madrugada y yo estaba demasiado alterado como para dormir, a pesar de que Andrew había intentado tranquilarme. Él opinaba que todo iba a ir bien, que si le explicaba las cosas a Summer, ella lo entendería. Sin embargo, algo en mi interior gritaba todo lo contrario. Tenía miedo a perderla, de que ella me odiara por romper todas mis promesas.

Observé el teléfono móvil. Summer me había llamado un par de veces, pero no me había sentido capaz de contestarle, y mucho menos de llamarla yo. Seguro que ya empezaba a pensar que era un cerdo hijo de perra.

-Y no se equivocaría –susurré en la penumbra de la habitación.

Me levanté de la cama y comencé a dar vueltas por el cuarto. Me sentía encerrado, como un león enjaulado. Necesitaba verla una vez más, besarla y decirle que le amaba.  La cuestión era: ¿cómo salir de la casa sin que uno de los matones me viera? Definitivamente soy un cobarde.

Saqué un folio y un boli de mi escritorio y, con lágrimas en los ojos, escribí:

Summer,

Espero que me perdones por esto, pero realmente no tengo otra opción. Ha ocurrido algo que yo no puedo contarte, aunque si le preguntas a Andrew o Sheyla te lo dirán.

Quiero que tengas claro que te quiero. Te amo. Eres lo único que ha sabido quererme por lo que soy y no por lo que represento. No sé qué voy a hacer sin ti. Te has convertido en algo esencial para mí y ahora no me dejan otra opción que la de dejarte. Perdóname, por favor. Te juro por mi vida que volveré a ti y cumpliré todas las promesas que te hice. Sé que ahora pensaras que mis palabras no tienen validez, que soy un cobarde, que no te merezco… y probablemente tengas razón.

Amor de Contraportada [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora