Capítulo XXIII - Juicios (segunda parte)

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(Segunda parte)

No me había dado cuenta de lo mucho que había extrañado a Summer hasta que la tuve en mis brazos. Realmente la amaba más que a nadie, hasta el punto de ser capaz de dar mi vida por ella.

Sentirla debajo de mí, con la respiración entrecortada por mis caricias, los ojos brillantes por la emoción y la excitación, era algo de lo que nunca me cansaría. Así como tampoco lo haría del sabor de sus labios.

-¿Crees que podremos volver a tener lo que teníamos antes? –preguntó Summer.

Nos habíamos dejado llevar por el momento y habíamos acabado en mi habitación, haciendo el amor como nunca antes. Al terminar, Summer se había recostado sobre mi pecho y se había quedado profundamente dormida. Por mi parte, no había podido de dejar de observarla bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

-Te quiero demasiado como para dejarte escapar, pequeña –respondí, acariciándole la cabeza para tranquilizarla-. Por lo pronto, vivamos el momento, tratemos de ser felices… Lo demás ya se verá.

-Eso me gustaría mucho…

Me incliné para besarla una vez más y, sin poder evitarlo, volvimos a sumergirnos en besos, caricias y gemidos.

-No vuelvas a irte –susurré mientras me movía encima de ella.

-Nunca –jadeó ella por mis embestidas.

-Di que me quieres –pedí otra vez.

Summer tomó mi rostro entre sus manos y m e besó, demostrándome lo que me diría justo después:

-Te quiero, Dylan.

*** *** ***

Las cosas parecían haber vuelto a la normalidad en el tranquilo barrio de Beverly Hills: Dylan había vuelto con Summer, la cual ya volvía a hablarnos a todos; Valery había empezado a asistir a terapia con su tía Kayla, pues necesitaba contar lo que había sentido cuando Mark la había atacado; Mi Sheyla había vuelto a su casa, pero su madre ahora era más benevolente; Ella seguía fuera, y así sería hasta la fecha del juicio contra su padre.

Miranda había estado trabajando duro, y estaba casi segura de que conseguiría la cadena perpetua para Edgar Moore, cosa que nos satisfizo a todos, especialmente al enterarnos de que había matado a Mark. No era que nos cayera bien Mark, era un hijo de perra, pero nadie merece morir degollado y sin un juicio previo.

-Estás muy pensativo, cariño –dijo Sheyla desde la puerta.

-Recordaba todo lo que nos ha pasado este año- respondí, levantándome para acudir a su lado y rodearla con mis brazos-. Parece mentira que todo esté acabando ya.

-No olvides que dentro de dos días tenemos el juicio –asentí-. Y después te irás a la universidad.

La miré asombrado, pues jamás había notado la preocupación en su voz cuando hablábamos de mi futuro académico. Yo iría a la universidad, a la UCLA a poder ser; mientras ella se quedaría en el instituto unos años más.

-No me iré muy lejos, ya lo sabes.

-Seguro que conoces a una universitaria súper atractiva, animadora, y te olvidas de mí –hizo un puchero que me derritió.

-Nena, tú eres irremplazable.

Sentí como sus labios chocaban contra los míos, en un beso apasionado. Estábamos inmersos en un profundo beso cuando escuchamos a alguien intentando llamar nuestra atención.

-Perdonad, –era mi asistenta-, tiene visita, señor.

-Hazle pasar –repuse, arreglándome la ropa mientras Sheyla hacía lo propio.

Amor de Contraportada [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora