Capítulo XIV - La fiesta (primera parte)

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CAPÍTULO XIV – La fiesta

Unos suaves golpes en la puerta me despertaron. No serían más de las diez de la mañana de un precioso sábado de invierno, aunque se notaba la proximidad de la primavera.

Abrí los ojos con cuidado, pues a través de los párpados podía percibir la claridad del lugar en el que me encontraba.

-Chicas, el desayuno ya está listo.

La dulce voz de la madre de Valery se coló por la puerta, haciéndome recordar todo lo ocurrido y, además, haciendo que un fuerte dolor de cabeza sobreviniera.

<<Eso me pasa por ser tan llorona>> me regañé a mi misma mientras Valery se desperezaba en su cama.

-Ya vamos, mamá -contestó-. Vamos, te dejaré algo de ropa.

No dije nada, pues sabía que si me negaba a coger su ropa me armaría algún tipo de berrinche. De cualquier modo, sonreí en respuesta y me encaminé a la puerta de su vestidor y ver que tenía pensado darme.

Sacó unos pantalones vaqueros rotos de uno de los cajones, una jersey de cuello vuelto de color negro, y unos zapatos planos a juego.

-Más o menos usamos la misma talla, ¿no? -Valery me examinó de arriba a abajo y me cedió las prendas para luego ponerse a buscar las suyas.

Me encerré en el cuarto de baño para poder arreglarme y para mi sorpresa, Valery entró después y juntas nos pusimos a maquillarnos entre bromas y juegos.

Se me hacia raro estar con ella en la misma habitación, y más si no parábamos de reír por cualquier tontería, pero, en parte, todo se debía a los acontecimientos de la pasa noche: Valery y yo nos habíamos estado hablando hasta bien entrada la madrugada. Yo le conté absolutamente todo, incluyendo los planes de Ella y como me sentía con respecto a todo, y resultó que ella ya estaba al tanto y había empezado a trabajar para poder ayudar a Summer. En cierto modo, era buena esta alianza, porque yo tenía a Andrew y ella tenía a su novio y a Dylan. Seríamos un buen equipo.

Mientras bajábamos las escaleras, no dejaba de pensar en lo irónico que era que justo la chica con la que más me había metido en el instituto hubiera sido la única capaz de escucharme sin juzgarme o echarme algo en cara. Solo se había limitado a guardar silencio hasta que me había desahogado del todo, después me había dado un consejo: aprende a ver quien te conviene y se preocupa de verdad por ti porque no por ser más popular eres más querida.

Esas palabras me había calado hondo, y estaba dispuesta a hacerle caso aunque eso supusieran más conflictos en mi vida.

-Pensaba que tendría que subir con un cubo de agua a despertaros -sonrió Sarah.

-Nos retrasamos en el baño -me disculpé.

-Me alegra ver que estás mejor, querida -comentó con tono cariñoso.

-Gracias por todo, señora Blackwell.

-No hay por qué darlas, Sheyla. Y no me llames así... parezco una anciana.

Las tres reímos ante el comentario de la mujer. En ese momento entraba en el comedor el señor Blackwell, portando el periódico The Times en la mano. Saludó a su esposa con un suave beso en los labios, acarició su vientre y luego pasó a darle un beso en la frente a su hija. Por último, se dirigió a mí con una sonrisa para preguntarme como estaba.

Me sentía tan bien con ellos. Eran tan cercanos y atentos los unos con los otros que daba hasta miedo. Pero les envidiaba... Oh, cuanto les envidiaba. Yo nunca había tenido ese tipo de actos en casa, bueno, puede que mi padre sí fuera así pero él nunca estaba en casa.

Amor de Contraportada [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora