Capítulo IX - Saliendo de un sueño

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CAPÍTULO IX – Saliendo de un sueño

¿Podría ser verdad lo qué me estaba pidiendo? ¿Quería pasar la noche conmigo? Pero eso no podía ser. Lo nuestro no podía ser, al menos no de momento. Yo no quería ser una más en su cama. Y sin embargo, ahí estaba yo: mirándole a los ojos, esos ojos que hacían que el resto del mundo desapareciera y solo existiéramos él y yo en el mundo.

Dejé que mi corazón tomara la iniciativa por una vez. cogí su mano y le guié, en silencio, hasta mi habitación. Notaba como todo mi cuerpo temblaba, como mi corazón latía desbocado, como mis manos sudaban... Pero no me detuve.

Intenté abrir la puerta de la habitación con la tarjeta, pero mis manos temblaban demasiado como para que pudiera acertar con la ranura. De repente sentí como Dylan deslizaba un brazo por mi cintura y depositaba sus labios sobre mi cuello, provocando que un leve suspiro saliera de mi boca. Me ayudó a abrir la puerta, colocando su mano sobre la mía y deslizando la tarjeta por su sitio, y así entramos en ese pequeño mundo que, por esa noche, sería nuestro.

Nada más traspasar el umbral de la puerta Dylan me abrazó por la cintura, quedando nuestros rostros muy cerca. Dejé que nuestros labios se encontraran una vez más, desatando esas sensaciones tan insospechadas en mí. Sus manos empezaron a acariciar mi espalda, de arriba hacia abajo, sin dejar de besarme. Por mi parte, enredé mis dedos en su pelo castaño y profundicé el beso, transformándolo de tierno a apasionado.

Sus hábiles dedos encontraron la cremallera del vestido pero no la desabrochó aún, simplemente se separó de mí un poco e intentó encontrar en mis ojos algo que le dijera que se detuviese. Parece ser que no encontró nada porque, sin apartar la vista de la mía, empezó a deslizarla hacia abajo.

Mi respiración empezó a acelerarse a medida que veía como mi vestido se deslizaba por mi cuerpo hasta caer, con un suave sonido, en el suelo. Sin poder evitarlo me cubrí con mis brazos, pues temía no ser lo que el esperaba.

-Déjame verte. -susurró mientras se acercaba a mí y acunaba mi rostro entre sus manos para besarme largamente.

Noté como Dylan me levantaba, colocando uno de sus brazos debajo de mis rodillas y el otro en mi espalda, sin dejar de besarme. Caminó hasta la cama y me tumbó sobre ella. Se quedó unos segundos observándome desde el lado de la cama con una mirada tan intensa que me hacía estremecer.

-Eres preciosa... -volvió a susurrar mientras se comenzaba a despojarse de la chaqueta del traje.

Se recostó sobre mí y comenzó a besarme de nuevo. Quise quitarle la camisa, pero mis dedos no dejaban de temblar, por lo que me limité a acariciar su torso a través de la dichosa tela blanca. Gracias a todos los dioses Dylan se dio cuenta de mis intenciones y, con una sonrisa, se desabrochó los botones y la lanzó a vete tu a saber dónde. Yo solo podía fijarme en su musculoso pecho, en sus abdominales tan bien formados, en sus torneados brazos... Me estiré para tocarle, pero me entró algo de vergüenza y volví a recostarme, pero Dylan, una vez más, leyó mis pensamientos.

-Ven aquí. -tomó mis manos y las colocó sobre su pecho.- ¿Lo sientes?

Oh, dios, claro que podía sentirlo. Su corazón iba a mil por hora. Volvió a besarme y en esta ocasión sus caricias fueron más intensas, llenas de intenciones. Deslizaba sus dedos desde mi hombros hasta mi piernas, rozando el encaje de mi ropa interior. A cada caricia sentía un cosquilleo tan intenso que me hacía querer gritar. Los besos de Dylan se habían vuelto más insistentes. Deslizaba sus labios por mi cuello, lamiendo y dando pequeños mordiscos que me hacían estremecer; luego descendía hasta la base de mis pechos, los cuales ya comenzaba a acariciar por encima del sujetador.

Sus caricias me estaba volviendo loca. De mis labios escapaban pequeños jadeos y gemidos que intentaba acallar dándole suaves mordiscos a Dylan en los hombros, acto que provocaba sus propios gemidos.

Amor de Contraportada [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora