열아홉

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Lo observo detallando sus rasgos, mi mirada acaricia su piel y besa sus labios como un viajero sediento que siente la sombra de la muerte y se arrodilla en la rivera de una corriente por la última promesa de la vida. Desde que mi anhelo surgió, perdí la cuenta de las veces que mis pupilas se inclinaron sin mi permiso hacia su boca y la encarnaron con mordeduras clandestinas, lo he reclamado en silencio de tantas formas que quizás lo fui haciendo mío antes de que mis brazos pudieran rodear su cuerpo. Le robé el alma a base de medianoches de insomnio, flores de peral y soledades ingratas.

― ¿Cuándo te lo contaron? ―pregunto delineando con la punta de mis dedos sus belfos de flor de albaricoque.

―Lo supe mucho antes de partir a la frontera ―admite culpable, su mirada cae por un instante antes de alzarse iluminada igual que una noche de astros. Sus manos acarician mi rostro con suma dulzura ocasionando que todo mi ser tiemble.

― ¿Preguntaste por mí? ―dudo cerrando los ojos, disfrutando esa caricia.

―Mi mal corazón fue tras su sombra sin darme cuenta, lo perdí en una lección, en una furtiva mirada, en un roce de nuestras manos sobre alguno de los textos... quién sabe cuándo fue que yo me convertí en suyo, Su Alteza Real ―confiesa acercando su rostro al mío―, desconozco desde cuándo mi alma gritaba su nombre, pero mis impulsos me llevaron a querer saber más de usted.

―Siempre estás un paso delante de mí, sabes tanto pero no me muestras todos tus misterios ―murmuro besando varias veces su boca― ¿Qué más sabes?

―La dama Lee lo nutrió por lo que lo ve como al hijo que perdió, ella y el eunuco Dong lo criaron, cuando era pequeño creía que ellos era sus padres y lloró mucho al enterarse que era hijo del Rey Min y la concubina Jeon.

― ¿Eso te dijeron? ―Sigo robándole besos mariposa cuando puedo.

―Tomó leche de pecho hasta que le salieron casi todos los dientes, no le gustaba bañarse así que se escabullía por los rincones, en una de sus huidas llegó al patio marcial donde lo encontraron jugando con una espada de madera que le dieron los soldados imperiales.

―Hay cosas que no debiste saber ―finjo enojo mordiendo su belfo inferior con vileza.

―Me gustaría haberlo visto ―habla lamiéndose el lugar.

―A cambio de todo lo que sabes de mí, debes decirme sobre ti ―exijo.

Cuando él lo medita y está por responder, el sirviente toca la puerta anunciando a Yon cuya presencia no sólo corta nuestra charla, también me separa del inmenso calor de mi amante, Tae Hyung se adelanta con rapidez a guardar la carta que recibió y la que estaba escribiendo. Una doncella deja una bandeja con un juego de té blanco mientras la princesa saluda y yo ojeo los libros cercanos.

―Si alguna de las escrituras llama su atención, se la regalaré, Su Alteza Real ―indica el funcionario Kim sonriéndome y robando cada latido de mi corazón.

―No seré educado ―correspondo a su propuesta recorriendo las estanterías bajo la mirada afectada de mi hermana que calla cualquier objeción. El sirviente gradúa la intensidad de la luz al máximo en la habitación mientras sigo caminando hasta que un libro casi oculto y sin portada llama mi atención, la tapa está elaborada en un fino material con un dibujo de flores de peral y parece ser reciente, lo abro encontrando una nueva transcripción del Libro de los Cantos con la caligrafía de Tae Hyung―. El funcionario Kim debe cederme este.

La mirada de Yon podría asesinarme, su pequeño rostro de luna se cubre de ira y horror mientras deja la taza ocasionado un ruido sordo.

―Necesito hablar con mi hermano real en privado ―pide levantándose.

ANHELO REAL - KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora