Farsa de amor a la española

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Tu novio está sentado en esa mesa con cara de cachorrito abandonado. -Entrelazó su brazo con el mío y me sentí más tranquila-. Ha pedido postre para ti, ¿sabes? Y sigue mirando hacia donde te fuiste, como si no pudiera resistirse a venir a buscarte.

-¿Sí? -El estómago me dio un vuelco y me invadió un revoloteo.

-Claro que sí, tonta. --La abuela me dio unas palmaditas en el hombro, chistó y me arrastró de vuelta a la mesa-. Ni siquiera se ha molestado en pedir dos cucharas, ya sabe que no tiene sentido intentar que compartas. -Se rio con disimulo e intenté ignorar el revoloteo que se había mudado a mi pecho.

-Él... es casi perfecto -murmuré para mi sorpresa.

-Sí -dijo sin pensarlo. Por eso no tendrías que dejarlo solo tanto tiempo. Es demasiado guapo como para estar solo. -Era verdad-. ¿Crees que podré bailar con él mañana?

-Creo que sí. -No tenía dudas de que iba a hacerlo sin problema-. Solo si se lo pides con cariño, abuela.

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