Amantes (Nico Di Angelo)

El arte de hacer contacto visual

Nico nunca había estado tan aterrorizado en su vida como cuando volaba por el aire como Ícaro. Annabeth les había instruido sobre cómo usar las alas, pero él estaba entrando en pánico. Tenía la sensación de que a Zeus no le gustaría que volara a ninguna altitud, pero se armó de valor: si Percy podía hacerlo sin ser atacado por un rayo, entonces él también podría.

Además, Vela había hecho un trato con él. Voy a saltar si tú saltas. Nico no sabía qué pensar, todo lo que sabía era que confiaba en el extraño de sus sueños. Y cuando Vela lo atrapó en sus brazos magullados, Nico no pudo hacer nada más que contener la respiración anticipando lo que el hermoso niño podría hacer.

Nico se despreciaba a sí mismo por sus pensamientos sobre el hijo de Afrodita, estaban equivocados, eran malos pensamientos. No estaba destinado a pensar en los niños de esa manera, no estaba bien. Pero no pudo evitarlo cuando miró a Vela. Era tan valiente y fuerte, incluso entonces mientras volaba y parecía un poco enfermo. Era solo un chico hermoso que, por alguna razón, le prestaba atención a Nico. Entonces, a pesar de los pensamientos de Nico sobre el chico que sabía que estaban equivocados, no dejó de pensarlos, simplemente decidió guardarlos para sí mismo.

"¡Sí!" Percy gritó desde debajo de él. Claramente se estaba divirtiendo, pero Nico no podía disfrutar de la misma manera.

Sin embargo, se aseguró de volar junto a Vela en caso de que algo sucediera. Mantenerlo a salvo era su principal prioridad, especialmente si parecía enfermo. De la pelea en el taller de Daedalus, Vela había dejado claro que no necesitaba protección, pero Nico quería ayudarlo de todos modos, cuidarlo. Y no había nada que pudiera hacer para luchar contra ese instinto.
"¡Tierra!" Annabeth gritó desde arriba de ellos. "Estas alas no durarán para siempre".

Vela murmuró una maldición en voz baja, pero Nico lo escuchó y se rio entre dientes.

 Desafortunadamente, la idea de caer desde tan alto en el cielo era lo suficientemente desalentadora como para mantenerlo concentrado y evitar que se riera. "¿Cuánto tiempo?" Preguntó Rachel.

"¡No quiero averiguarlo!" Annabeth respondió. Vela parecía que habría dicho algo, pero decidió que era mejor mantener la boca cerrada. Nico pensó que se veía bastante enfermizo y se preguntó cómo alguien que parecía enfermo todavía podía verse guapo.

Percy se dejó caer en una azotea de lo que parecía un centro de visitantes y todos lo siguieron. Nico se puso de pie y miró a Vela de inmediato para comprobar que estaba bien. Vela tropezó cuando aterrizó, arrancando las alas y arrojándolas tan lejos de él como pudo.

"¿Estás bien?" Nico preguntó suavemente, siendo valiente y poniendo su mano sobre su hombro. Vela logró sonreírle justo antes de disparar sobre su talón. Se giró justo a tiempo para vomitar en la azotea y no sobre Nico. "Oh, no estás... mmm, allí, allí". Nico le dio unas palmaditas en la espalda torpemente mientras Vela tosía todo.

Vela se enderezó cuando había vaciado su estómago y se volvió hacia los cuatro que lo miraban con risas sofocadas. "Cállate". Miró a Annabeth, que parecía estar a punto de estallar su rostro estaba tan roja por tratar de no reír.

"¡Lo siento, es gracioso!" Ella dijo y él puso los ojos en blanco, limpiándose la boca en caso de que tuviera vómito. Nico odiaba que llamara la atención sobre sus labios al hacer eso. No pudo evitar mirar fijamente como lo había hecho en el Rancho de Geryon.

Nico se distrajo, sin embargo, ayudando a cortar sus alas. No podían arriesgarse a que ningún mortal los encontrara.

Vela finalmente había conservado algo de color en sus mejillas y había vuelto a su tez bronceada que estaba empañada por su cicatriz dorada y su ojo morado que le daba a Nico una sensación que no podía explicar. El sol que brillaba hacía brillar el moretón y su cicatriz brillaba. Pero Nico no podía admirar lo bien que se veía Vela con sus abrasiones porque cuanto más las estudiaba, más enojado se ponía. Una furia inexplicable trató de alimentarlo como si estuviera enojado porque algo había lastimado al hijo de Afrodita, pero también una ira consigo mismo. Una ira porque no había entrado en el laberinto antes para ayudarlo.