Capítulo 12

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Esa mañana, Gulf se habia quedado en silencio, contemplando el ligero desorden de libros sobre la mesa y calcetines dispersó sobre el sofá, sin prestar verdadera atención al panorama. La luz del sol como un castigo alegre y agradable, se derramaba como un resplandor dorado a través de la ventana. Parecia muy animado y cálido para ser inverno, incluso el cielo estaba completamente azul y no cubierto por esas nubes grises y densas que parecian estar presente en toda la estación.

Dejó escapar un suspiro y se dispuso a preparar un poco de café para relajarse. A los minutos la cafetera sonó con un sutil campaneo que le avisó que su contenido estaba listo, se sirvió un poco y cuando giro se encontró con el cabello revuelto de Mew y sus ojos medio adormilados.

– ¿Puedo tener una de esas…?

– ¿Uh…?

– El café está listo y realmente me gustaría tener una taza si no es molestia.

– ¡Oh, claro! Te sirvo.

Gulf podía sentir los ojos oscuros y penetrantes de Mew en su espalda, mirándole sacar una taza de uno de los muebles y servirle el café humeante, para luego ir hacia él y dejarla tímidamente en el mesón.

– ¿Como te sientes? – pregunto el menor, alejando muy lejos su repentina timidez.

– Con un dolor de cabeza terrible. No recordaba de esta manera las resacas – respondió Mew con voz ronca – Todo es tan confuso en mi cabeza, las imágenes no son muy clara pero me gustaría saber del porque estoy aquí.

Gulf lo vio venir, sabía que Mew ni siquiera podría recordar del como lo había sacado del bar y todas sus palabras.

– Jayden me llamo, estaba preocupada porque te fuiste luego de la visita de su padre y temia lo que pudiera pasarte, ella quería que te buscará – explicó el pelinegro.

Mew mordió ligeramente su labio inferior. Su hermana no tenía porque haberle molestado, no era un niño pequeño al que tenían que cuidar, no tenía porque hacer tanto alboroto. Simplemente había querido estar solo y acomodar sus ideas. Estaba avergonzado, cuando bebía y terminaba ebrio solía decir cosas sin sentido, realmente esperaba no haber dicho algo inapropiado o estúpido.

– ¿Quieres decirme que pasó? – le animo Gulf, buscando su mirada.

Mew se encogió en su silla. De pronto sentia sus hombros demasiado pesados con tan sólo recordar la visita de su padre y esa mirada llena de desolación. Había sido algo inesperado, no había estado preparado y dejó que su rencor actuara por él, no le dejó hablar y le cerro todas las puertas posible para brindarle aquel perdón que fue a buscar. Pero, ¿no tenía el derecho de hacerlo?.

– Aveces no logró comprender ni entender que pasa por tu cabeza y eso me estresa – hablo nuevamente el menor, parecia frustrado – Me gustaría que confiaras más en mi, me gustaría poder darte mi apoyo pero en ocasiones no se como hacerlo si no eres capaz de hablar de todo lo que te lástima. No me gusta verte así, estuve realmente preocupado buscandote por todas partes, no quería que te pasara nada malo.

No había querido preocuparlo de aquella manera, Mew no imaginaba que era así como se sentia. No es que trataba de alejarlo de las cosas importantes, simplemente no quiso hablar de eso porque siempre trato de hacer como si no le importara, no quería que afectará la poca estabilidad que quedaba de su vida. Pero saber en lo preocupado que estaba Gulf por él y en el miedo que sintió, hacia que su pecho se llenara de una sensación demasiado agradable y de un sentimiento embriagador.

Era bastante reconfortante y le animaba a decir lo que fuera porque estaba seguro que Gulf sabría entenderlo.

– La relación con mi padre es complicada – empezó Mew, mirando casualmente el contenido oscuro de su taza. Sintió como un nudo se formaba en su garganta pero trato de ignorarlo – Él jamás aceptó mis preferencias sexuales, desde mi adolescencia que había hecho de todo para cambiar mis gustos, me obligaba a frecuentar psicólogos y citas medicas porque para él era más fácil pensar que tenía alguna enfermedad mental que aceptar que tenía un hijo gay. Ni siquiera puedes imaginar todo lo que tuve que soportar por cobardía – su relato iba acompañado de una presión en su pecho que le dolía como la mierda.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora