XII

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Los días pasaron en Hogwarts, cada uno llevando consigo los susurros de secretos no compartidos y los misteriosos aromas de la Amortentia. Draco continuaba con su rutina, manteniendo sus interacciones con Potter lo más normales posible con aquella rivalidad de por medio. Sin embargo, por las noches, cuando las luces de la sala común de Slytherin se apagaban, Draco quedaba atrapado en un torbellino de pensamientos y emociones contradictorias.

Siempre había sido astuto para esconder sus sentimientos detrás de una fachada de indiferencia, pero esta vez era diferente. Cada vez que cruzaba miradas con Harry en el Gran Comedor o compartía palabras en las clases, sentía un nudo en el estómago que no podía ignorar. Trataba de distraerse, de enfocarse en otras cosas, pero su mente siempre volvía al elegido.

Por las noches, se encontraba mirando el techo de su dormitorio, preguntándose si la esencia de chocolate amargo que había sentido en la Amortentia realmente estaba relacionada con Potter. Se daba cuenta de que se había convertido en una especie de obsesión. Draco intentó racionalizarlo, diciéndose a sí mismo que solo era una curiosidad pasajera, que no podía permitirse desarrollar sentimientos por Harry Potter.

Una tarde, mientras estaba en la sala común de Slytherin, sumido en sus pensamientos, Zabini se acostó, dejando caer su cabeza en las piernas del peliblanco, interrumpiendo su ensoñación. Draco levantó la vista y vio a Blaise con una sonrisa astuta en el rostro.

— ¿En qué estás pensando, dragón?—  preguntó Blaise, arqueando una ceja con malicia.

Draco frunció el ceño, tratando de mantener su expresión neutral. — En nada importante. ¿Por qué te importa?

Blaise soltó una risa suave.— Oh, no me importa realmente. Pero he notado que has estado algo distraído últimamente. No eres el mismo de siempre.

Draco se sintió acorralado, cómo un serpiente inofensiva siendo presa de una mamba negra.— No sé de qué estás hablando.

Blaise lo miraba fijamente a los ojos.— Vamos, Draco, te conozco demasiado bien. Hay algo en el aire, y no es solo la humedad del lago.

Draco intentó mantener su compostura, pero sabía que Blaise tenía un don para leer entre líneas.—  No hay nada que debas preocuparte, Blaise.

Blaise lo miró con una mirada inquisitiva.— No tienes que decirme nada si no quieres. Sólo asegúrate de no perder de vista lo que realmente importa.

Draco asintió, agradecido de que Blaise no insistiera más en el tema. Sin embargo, sus palabras quedaron resonando en su mente, provocando una agitación interna. Sabía que tenía que ser cuidadoso, que no podía permitir que sus sentimientos fueran evidentes para nadie, especialmente no para sus amigos.

Las semanas pasaron, y Draco seguía luchando contra sus emociones y su creciente atracción hacia Potter. Intentaba mantenerse ocupado, concentrándose en sus estudios y en las actividades escolares, pero no importaba lo que hiciera, el elegido siempre estaba presente en su mente.

Una noche, mientras se encontraba solo en la sala común, Draco decidió confrontar sus sentimientos. Se miró en el espejo y se encontró con su propia mirada, llena de incertidumbre y confusión. Respiró profundamente y susurró para sí mismo: "No puedo permitir que esto me afecte. Tengo que mantener el control".

Sin embargo, incluso mientras hablaba esas palabras, sabía que la batalla interna estaba lejos de terminar. Y en algún lugar, en la oscuridad de la sala común, Blaise observaba con una mirada enigmática, consciente de que algo estaba cambiando en su amigo Draco Malfoy.

Amortentia - Drarry -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora