Capítulo 22: Información

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Al mirar atrás, Tobirama no podía recordar qué solía levantarlo tan temprano por las mañanas, ni por qué razón se vestía y salía de la casa con tanta prisa como solía hacerlo antes. Tal vez era la rutina o tal vez era el deseo de ver la sangre de Izuna. Quizás, Izuna había sido realmente la fuerza que guiaba su vida desde el principio. Las cosas que creía que le importaban se habían desvanecido y palidecido ahora que el amor brillaba en su corazón.

Mientras su Clon de Sombra estaba afuera con su clan, el cuerpo real de Tobirama se encontraba trabajando en el techo de la ermita con el monje novato Sosei, quien provenía del río Tatsuta. El techo de paja se había vuelto pesado por la humedad y desigual en algunos lugares, y tras retirar los numerosos árboles y malas hierbas que crecían allí, Sosei sugirió que cubrieran el revestimiento con cañas de agua dulce. Mientras trabajaban, conversaban y Tobirama se enteró de que el sacerdote principal Kintō había sido originalmente un noble y había entrado a la congregación como monje después de la muerte de su hija. Muchos de los pergaminos y libros del templo provenían de su propia colección, pero yacían acumulados de polvo, ya que muchos de los monjes más jóvenes procedían de entornos provinciales y apenas sabían leer más allá de los textos religiosos. Izuna lo visitaba cada que podía, aunque era poco frecuente y a menudo parecía cansado. Cuando se encontraban, Tobirama y él se encerraban en la biblioteca del templo, estudiando detenidamente los pergaminos y compartiendo pasajes y poemas que consideraban de gran valor. No hablaron abiertamente de lo que significaba realmente seguir viéndose más allá del verano, pero Tobirama estaba contento. Vio una nueva calidez en Izuna que había mantenido oculto hasta ahora, y los sentimientos de Izuna parecían haber cambiado. Tocaba a Tobirama con más libertad, le hablaba con más franqueza y tenía una sensación general de cercanía.

Llevaban varios días separados cuando Tobirama recibió la noticia que le impartió su clon de sombra, en la cual su padre le había asignado una misión. Regresó al campamento Senju en persona, deslizándose entre su clan como si realmente hubiera estado allí todo el tiempo, y recibió órdenes de participar en una operación sigilosa. 

“El enemigo del frente oeste se retiró de pronto”, le dijo Butsuma, mientras estaban sentados en la tienda con Hashirama y otros shinobi de alto rango. “Sospechamos que se están reagrupando para poner en marcha algún plan de Tajima. Hashirama dirigirá la misión al castillo de Yagetsu”. 

“¿El castillo?”, dijo Tobirama, pensando inmediatamente en que Izuna estaba ahí. 

“Por su puesto”, dijo Butsuma. “Como sede del poder de los Shimura, representa una amenaza menor que el campamento de Tajima y lo más probable es que contenga un tesoro de registros de comunicación que podría darnos ventaja. Entra al amparo de la oscuridad y toma lo que puedas. Si te descubren, retírate. Partan al atardecer”. 

Aunque tuvo cuidado de mantener una apariencia neutral, una profunda sensación de incomodidad se apoderó de Tobirama ante la perspectiva de una misión no solo contra los Uchiha, sino también contra Izuna. Como Izuna era el fiel representante de los intereses de los Uchiha en el castillo, sin duda tendrían que infiltrarse en sus aposentos y robarle directamente información. Tobirama sabía dónde estaría esa información. Conocía la casa del viejo general y la misma habitación en la que dormía Izuna. Pero no se atrevía a usar ese conocimiento para conseguir las ordenes de su clan. Izuna había revelado esos detalles íntimos de sí mismo sólo a Tobirama, no como un Senju, sino como un hombre con quien compartía un vínculo trascendental, y Tobirama no podía traicionar esa confianza. Ninguna órden o misión podría pagar un precio tan alto.

Se prepararon y partieron cuando el sol se ocultaba bajo el horizonte. Hashirama iba a la cabeza, seguido de Tobirama y Sora Nara. Máscaras negras ocultaban sus rostros, por lo que Tobirama se sintió muy aliviado. Era capaz de controlar su semblante tan bien como cualquier shinobi experto, pero Hashirama siempre había sido muy hábil a la hora de detectar cosas que él deseaba ocultar, y Tobirama se sintió incómodo. No sabía qué les esperaba en el castillo o si se cruzarían con Izuna. Lo que más deseaba era terminar la misión lo más rápido y sigilosamente posible.

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora