Capítulo 14: Servicio Nocturno

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La noche siguiente, Tobirama se dirigió en secreto a la Montaña Shinobu, mientras su clon de sombras estaba secuestrado en la sala del consejo con Kodama, Sora, Shintarō y Butsuma discutiendo la logística y la planificación de su inminente misión. La noche era profunda y cálida, y una fragante brisa enviaba volutas de nubes que se deslizaban por el cielo iluminado por la luna. En la cima de la montaña se escuchaba el canto de los insectos y fue recibido por la vista familiar de Izuna sentado junto a la pira. Estaba contemplando la luna que colgaba baja sobre el valle, pero levantó la vista cuando Tobirama salió del bosque.

“Buenas noches”, dijo Izuna con una pequeña sonrisa.

“Buenas noches”, dijo Tobirama. “No estaba seguro de encontrarte aquí esta noche”.

No podían hablar abiertamente de los asuntos del clan, pero Tobirama se preguntó si Izuna estaba al tanto de la misión en las tierras de Shimura.

“Tenía que venir mientras pudiera” dijo Izuna, volviéndose hacia el valle mientras Tobirama se sentaba a su lado. “En los próximos días, por lo menos, no cuentes con las lecciones. ¿Te dejó tarea?”

Así que se va, pensó Tobirama.

“No”, dijo. “Creo que voy a estar bastante ocupado por un tiempo”. 

Yo también voy.

“Bien”, dijo Izuna.

Por su tono, Tobirama supo que lo había entendido. Un pesado silencio cargado de palabras no dichas descendió sobre ellos, interrumpido únicamente por el canto de los grillos. Detrás de ellos, las copas de los árboles se agitaban con la brisa y por el momento, Tobirama dejó que sus preocupaciones se esfumaran. La noche era demasiado exuberante por el rico y respirado verano como para sentirse agobiado por el miedo al futuro. De repente, le vino a la mente un viejo poema y lo recitó en voz alta.

“Todo en calma
Penetra en las rocas
la voz de la cigarra”. ¹

Izuna lo miró con curiosidad.

“No he escuchado eso antes”, dijo Izuna. “¿De dónde es?” 

“Lo encontré en el libro de un sacerdote, en el archivo de nuestro templo” dijo Tobirama. “Pensé que te gustaría”.

“Tenías razón”, dijo Izuna con otra sonrisa. “Me anima un poco”.

A pesar de sus palabras, seguía sonando melancólico y la sonrisa no llegaba a sus ojos. El peso de la guerra era difícil de soportar y el futuro estaba más nublado que nunca y Tobirama odiaba la interrupción en lo que se había convertido su precioso descanso privado.

“Somos hombres muertos que viven y respiran", dijo Tobirama. “Así que, si ya estamos muertos, no tenemos nada que perder. Como las cigarras condenadas a una vida corta, deberíamos cantar con más fuerza por ello”.

“Eso suena como algo que yo diría” dijo Izuna lanzándole una mirada.

“Bueno, alguien tiene que hacerlo” murmuró Tobirama.

“Sin embargo, el pensamiento es incorrecto", dijo Izuna. “Hay cosas peores que perder la vida”. 

Los ojos negros se encontraron con los escarlata y Tobirama vaciló. No estaba seguro de lo que Izuna estaba insinuando, pero sintió la verdad en su corazón de todos modos: Izuna estaba preocupado por él y claramente Tobirama recordó la angustia en su rostro al ver a Tobirama apuñalado en su última batalla.

“Supongo que tienes razón” concedió Tobirama. “Pero no le temo a la muerte. La única persona que he conocido que es rival para mí eres tú”

“Y sé lo hábil que eres para luchar” dijo Izuna con ironía. “Tengo cicatrices que lo demuestran. Lo que temo, más que nada, es el cambio. Me he aficionado a leer poesía”. 

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora