Capítulo 29: Derretirse

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En cuanto Tobirama se materializó frente a la puerta de la ermita, respiró hondo. Su corazón latía con fuerza en su pecho y sus nervios estaban al límite. Se ajustó la ropa, fue al baño y se echó agua en la cara. Cálmate, se dijo. No dejes que este momento se arruine. Fue a la sala principal, donde solía estar el altar del anterior habitante y juntó las manos para hacer una ferviente oración de gratitud. No sabía qué buena acción había hecho en su vida anterior para que ahora tuviera tan buen karma, pero nunca se había sentido más agradecido por nada en su vida. Unas cuantas respiraciones profundas le bastaron para serenarse y aceptar lo que estaba apunto de suceder. Sacó la botella de aceite de clavo del armario, enderezó los hombros e hizo el sello de confrontación.

Regresó y se encontró a Izuna abrazado al clon de sombras. Una punzada de celos le atravesó de inmediato al ver a Izuna besando a otra persona, pero se desvaneció con la misma rapidez cuando recordó que no era más que un clon de sí mismo. Cuando Tobirama se materializó, se separaron e Izuna lo miró.

"¿Lo tienes?", dijo Izuna.

Tobirama levantó la botella de aceite como confirmación.

"¿Te diviertes?", preguntó, sin diversión.

"Es exactamente igual que tú", dijo Izuna, volviéndose hacia el clon. "Incluso se siente como tú. ¿Cómo voy a saber cual es el verdadero?"

Tocó la cara del clon y Tobirama se retorció al ver como se ruborizaban las mejillas del clon. No quería saber qué tan malo era para ocultar su placer, pero el clon estaba reaccionando como lo haría él mismo.

"Eso es lo que diferencia a los clones de sombras de otros tipos de clones -dijo con brusquedad-, son reales, con conciencia y sentimientos".

"¿Pueden sentir deseo?", dijo Izuna, inclinando la cabeza hacia un lado mientras evaluaba al clon que tenía delante.

"Dímelo tú", dijo el clon.

Tomó la mano de Izuna y la presionó sobre la parte delantera de sus pantalones. Izuna se mordió el labio y movió su mano, su atención fue atraída por la cara sonriente del clon.

"Parece que sí", dijo Izuna.

"No seas codicioso", dijo Tobirama al clon.

"Podría decirte lo mismo", dijo el clon. "Siento tanto como tú, tú mismo lo dijiste".

"Soy el original, así que mando yo", argumentó Tobirama.

Izuna contuvo una carcajada.

"Discutir no te llevará a ninguna parte", dijo. "Entre vosotros hay suficiente testarudez como para hacerle competencia a una montaña".

Ambos Tobiramas fruncieron el ceño pero eso sólo pareció mejorar el humor de Izuna. Extendió la mano y cogió la de Tobirama.

"Ven", dijo. "Únete a nosotros".

Tobirama se permitió ser besado y su ceño se desvaneció a pesar suyo. El entusiasmo de los labios de Izuna delataba lo excitado que se había puesto y Tobirama no pudo evitar apaciguarlo. Era capaz de resistirse. Pasó sus dedos por la mandíbula de Izuna para tocar su mejilla mientras sus lenguas se entrelazaban, e Izuna hizo un pequeño ruido cuando el clon de sombras pasaba sus manos por su pecho desde atrás. Atrapado entre los dos, Izuna sólo pudo rendirse al inminente placer y envolvió a Tobirama con sus brazos, en un abrazo de lo que estaba por venir.

El clon abrió la túnica de Izuna y le acarició el pecho, haciendo tintinear las cuentas del collar del Dios del Trueno Volador al mismo tiempo que apretaba y acariciaba su pecho. Izuna volvió a relajarse en el abrazo del clon y Tobirama besó la sensible piel debajo de la oreja de Izuna. Con cada centímetro de piel que probó, el calor dentro de Tobirama se elevó a nuevas alturas. Estaba atrapado por el deseo de brindarle a Izuna el mayor placer que había experimentado hasta ahora. Entre él y el clon, las posibilidades eran ilimitadas.

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora