Capítulo 24: Oscuridad

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Cuando Tobirama se despertó en la ermita a la mañana siguiente, estaba solo. El futón que había estado a su lado estaba perfectamente doblado y sobre este yacía un crisantemo rojo*. Se sentó en la cama y cogió la flor, observando sus pétalos bajo el frágil sol de la mañana. Luego, se dejó caer sobre las mantas y hundió la cara en la almohada. Habían vuelto a tener intimidad. La primera vez podía justificarse como un desliz. La segunda como un error cometido por el calor del momento, pero tres veces ya era un patrón innegable y ni siquiera podía empezar arrepentirse.

-"Desvelado por amor"- murmuró, recordando el poema recitado por Izuna.

Se preguntó si Izuna realmente quería expresar su amor o si simplemente estaba usando la figura retórica del poema. Él, por supuesto, conocía sus propios sentimientos, pero se resistía a admitirlos en voz alta de una manera tan evidente. Por eso, estaba agradecido de que los poemas de otra persona pudieran eximirlo de responsabilidad, aunque Izuna bien podría adivinar la verdad poco disimulada. Los pétalos del crisantemo, enrollados como hojas de helecho, no mostraban el brillo del rocío matutino y Tobirama supuso que Izuna se había ido mientras él todavía estaba profundamente dormido. A pesar de su prisa, Izuna aún se había tomado el tiempo para dejarle una señal, y el corazón inquieto de Tobirama se calmó.

Con la ayuda de Sosei, Honjo y algunos de los otros jóvenes monjes, el baño fue desmantelado y reconstruido desde cero. Sobre los cimientos se colocó un suelo de cañas de bambú y se colocó una gran tina de madera con una estufa de hierro en el centro. Mientras trabajaba, Tobirama esperaba que llamaran a la puerta o que la voz de Izuna lo llamara por su nombre, pero lo único que oía eran las conversaciones ociosas de los monjes y los cantos de despedida de las aves migratorias que se dirigían al sur para pasar el invierno. Durante un tiempo, partió al campamento Senju y participó en incursiones y escaramuzas, y a veces regresaba a la ermita para encontrar una caja de frutas de temporada o una nota escrita con la fluida letra de Izuna. En lugar de lecciones, Izuna había empezado a escribir poemas junto con sus propios comentarios y a dejar espacio en la página para que Tobirama respondiera. De este modo, seguían conversando a su manera, críptica y privada, que nadie más que ellos podría llegar a descifrar. Izuna estaba siempre en los pensamientos de Tobirama y por los regalos y mensajes de cariño, supo que no había sido olvidado. Cuando se acostaba a dormir solo por la noche, miraba las arañas en la esquina del techo, pero ni siquiera ellas sabían qué hacer†.

Fue en una noche de lluvia fresca cuando sus caminos finalmente se encontraron. Tobirama estaba sentado en el suelo suavizando sus pinceles de escritura en un recipiente con agua cuando sus sentidos se agudizaron. Sus manos se detuvieron cuando escuchó pasos a través de la lluvia que caía suavemente. La puerta se abrió y el sonido de la lluvia se intensificó.

"¡Ya estás aquí!", dijo Izuna mientras se apresuraba a entrar y cerraba la puerta detrás de él, silenciando la lluvia una vez más.

"Podría decirte lo mismo", dijo Tobirama. "No esperaba que hicieras el viaje con este clima".

Se puso de pie y se dirigió a la entrada donde Izuna se estaba quitando la ropa empapada. Tenía el pelo pegado a la frente y la piel pálida por el frío.

"Parece como si hubieras nadado hasta aquí", dijo Tobirama levantando una ceja.

"Me alegro de verte también", replicó Izuna.

Tobirama se sonrojó y cruzó sus brazos sobre su pecho, pero Izuna estaba demasiado ocupado quitándose la ropa como para darse cuenta de la actitud de Tobirama. Ver a Izuna después de algún tiempo separados siempre hacía que el corazón de Tobirama se acelerara y ansiaba extender la mano y tocarlo, pero se detuvo.

"¿Quieres darte un baño?", preguntó Tobirama.

Izuna dejó lo que estaba haciendo y miró sorprendido a Tobirama.

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora