Capítulo 3: Armisticio

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Las alondras se sumergieron y tejieron sobre un cielo lila cuando Tobirama salió a patrullar. Cuando se cruzó con Hashirama y sus compañeros del clan en el patio, el secreto de lo que había ocurrido en la orilla del río le aguijoneó el corazón. Una parte de él, aún estaba indecisa sobre si debía o no aprovechar esta oportunidad para atraer a Izuna a una trampa mortal y otra parte, aún mayor, esperaba que Izuna estuviera planeando tenderle una trampa él mismo; pero aún más grande era la curiosidad de Tobirama por conocer las intenciones de Izuna y su propia propuesta. Nunca antes había tenido a su alcance una oportunidad así y lo impulsaba el deseo de ver cómo se desarrollaría, ya fuera para bien o para mal. Si Izuna cumplía su parte del trato con honor, Tobirama podría mejorar su alfabetización y al mismo tiempo aprendería sobre el enemigo; y si Izuna tenía segundas intenciones, entonces Tobirama estaría en la posición perfecta para atacar. Incluso, si el clan se enteraba de su reunión con un Uchiha bajo una bandera de tregua, podría utilizar la excusa de reunir información. El plan en la mente de Tobirama era sensato. Sin embargo, el único elemento extraño era el misterioso shinobi con cicatrices, que debía ser silenciado permanentemente, antes de que Butsuma se enterara del error de juicio de su hijo.

Cuando Tobirama se acercó al río, sintió el chakra de Izuna en los árboles cercanos y aflojó su espada en la vaina antes de salir al exterior. Esperó, con los sentidos encendidos y al cabo de un momento Izuna salió de la orilla pedregosa. Llevaba su habitual túnica negra de cuello alto y la expresión detrás de su flequillo puntiagudo era cautelosa. El odio instintivo se encendió en el pecho de Tobirama y se quedó al borde de la confrontación.

"Entonces", dijo Izuna, "¿Cuál es tu plan?"

Tobirama trató de adivinar cualquier intención en su tono o comportamiento, pero como era de esperar en un shinobi de su nivel, Izuna no reveló ningún indicio externo de nada más allá de la fría neutralidad. Tobirama tuvo cuidado de no verse afectado por su precaria posición a pesar del cosquilleo en sus palmas.

"Hay algunas cuevas en el acantilado, río arriba", dijo. "Deberíamos encontrar una adecuada, para permanecer ocultos de los transeúntes".

Los ojos negros de Izuna se detuvieron en él y Tobirama supo que buscaba cualquier señal de mala intención, y sostuvo su mirada en un esfuerzo por demostrar que estaba comprometido con su acuerdo, al menos por ahora. Al cabo de un momento, Izuna parecía estar satisfecho y asintió con la cabeza. Entonces, los dos shinobi se dirigieron a la orilla del río, manteniendo una cuidadosa distancia entre ellos mientras corrían. Tobirama mantenía al Uchiha en su periferia en todo momento y cada músculo de su cuerpo estaba listo si las cosas salían mal. Sentía que estaban solos, pero no podía bajar la guardia ni por un momento.

El lado más alejado del río comenzaba a elevarse hasta convertirse en un acantilado, cuya cara estaba oculta por muchas rocas y árboles nudosos azotados por el viento. Tobirama se abrió paso entre la maleza, apartando las ramas en busca de una morada en la que pudieran esconderse de los ojos curiosos. Izuna se apresuró a explorar la zona más alta del acantilado. Al cabo de un rato, Tobirama encontró una cueva poco profunda, cuya entrada había quedado oculta por los escombros caídos y la rama baja de un antiguo pino, que se aferraba a la superficie de la roca con muchas raíces torcidas. Quitó las piedras y vio que el suelo del interior era seco y arenoso y que el aire fluía a través de un hueco en alguna parte de las rocas de arriba.

Salió de nuevo al exterior y se llevó los dedos a los labios para soplar un silbido parecido al de un pájaro. Izuna descendió como un fantasma y apareció silenciosamente ante él.

"Parece adecuado" dijo Tobirama, apartando la rama para revelar la boca de la cueva.

Una corriente tensa les atravesó a ambos y Tobirama percibió la intensidad de los temores de Izuna, por lo que se giró y se dispuso a entrar primero. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, Izuna habló.

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora