Capítulo 20: Fin del verano

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Aunque al principio Tobirama se había mostrado reacio a instalarse en la ermita de la montaña, descubrió que eso pasaría ya sea que lo quisiera o no. Las Alcaudones y Lavanderas (tipos de aves) miraban con curiosidad cómo se cortaban las hierbas y como se limpiaban los muros del espeso bosque. Las persianas fueron abiertas y las esteras de tatami fueron sacudidas e Izuna se ató un paño alrededor de la nariz y la boca para limpiar la chimenea de la ceniza acumulada. Ya sea porque se trataba de un lugar real y no de una cueva o un cobertizo, Tobirama se tomó más tiempo del habitual para arreglar las cosas a su gusto. Pidió prestadas algunas herramientas del templo para reparar el marco de la puerta, mientras Izuna lavaba el suelo con agua del arroyo cercano. Los monjes estaban muy contentos al saber que la antigua ermita estaba siendo arreglada y se ofrecieron a prestar cualquier ayuda que hiciera falta, lo que Tobirama e Izuna aceptaron en forma de cena. El sacerdote principal se llamaba Kintō, quien hablaba con amabilidad y ofrecía su ayuda sin nada a cambio. Tobirama e Izuna no revelaron sus verdaderos nombres, presentándose más bien como Tōma y Mizuki cuando se les preguntó. Los monjes no preguntaron por los apellidos de sus familias, tanto por respeto como por indiferencia, ya que al dedicar sus vidas a las artes religiosas vivían a la vez inmersos en el mundo de los vivos pero al mismo tiempo apartados de los conflictos y disputas del reino, además, habían renunciado a preocuparse por la política de los clanes.

Tobirama e Izuna se sentaron entre los monjes en el comedor del templo y Tobirama se puso a observar en silencio, prefiriendo en su lugar ver a Izuna interactuar con los que les rodeaban. Nunca antes habían estado en un encuentro informal y Tobirama se sorprendió de la facilidad con la que Izuna conversaba con los monjes. Todos estaban encantados con su elegancia y encanto, además parecían contentos de tener nueva compañía. Los novicios más jóvenes hicieron muchas preguntas sobre el mundo más allá de la cordillera, aunque Tobirama notó que no hablaban de clanes o guerras, más bien preguntaban sobre lugares que alguna vez habían conocido y cómo habían cambiado con las estaciones.

"¿Has visitado el río Tatsuta en el sur?" preguntó uno con el nombre de Sosei. "¡Ah!, ¡Ojalá pudiera verlo ahora! Sus arces en otoño eran un espectáculo digno de ver, es posible que ya hayan empezado a cambiar.

"Ni hablar", argumentó su amigo. "El río Tatsuta está muy al sur de aquí, y he oído que todavía es pleno verano en la llanura"

"¿No hay un poema famoso sobre el río Tatsuta?" preguntó un joven discípulo llamado Honjo. "¿Algo sobre que es hermoso incluso en tiempo de los dioses?"

"Ni en la era de los dioses
Se supo alguna vez
Que, en el río Tatsuta,
El agua se tiñese
Carmesí" ¹

Todos miraron a Izuna, que había recitado el poema de memoria, antes de lucir sorprendidos y admirados.

"¡Es exactamente eso!" dijo Honjo, con los ojos muy abiertos.

"¿Sabes algo más?" preguntó ansioso Sosei.

"Eres un hombre culto", dijo el sacerdote principal Kintō a Izuna. "Tienes ese aire en ti".

"Tōma también es muy culto", dijo Izuna.

Miró a Tobirama con una sonrisa afable, y todos los demás siguieron su mirada. Tobirama se inquietó.

"Bueno..." murmuró.

"Hay muchos poemas sobre el río Tatsuta", continuó Izuna. "No puedo decir que haya tenido el placer de visitarlo, pero la gente que vive cerca debe estar esperando ansiosamente el cambio otoñal. ¿Recuerdas algún otro poema sobre el, Tōma?"

"Uno, creo", dijo Tobirama.

"¡Recítalo para nosotros, por favor!", dijo Sosei, ante los murmullos de aprobación de sus compañeros.

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora