Capítulo 35: Una pequeñez

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Tobirama estaba envuelto en un abrigo de piel blanco, con el corazón latiéndole más deprisa con cada respiración. Los rasgos de su rostro destacaban con claridad, gracias a las velas que brillaban en las lámparas situadas a ambos lados. Ante él, se extendía un gran pergamino en el que estaba garabateado un intrincado sello y en el centro yacía un joven. El hombre era un shinobi de la Aldea Oculta de la Hierba, al que Tobirama había atrapado en el camino hacia la Aldea Oculta de la Hoja. Tobirama no sabía su nombre ni por qué había estado viajando a la Hoja Oculta, pero no importaba. Ahora yacía inconsciente, respirando por última vez mientras Tobirama se cernía sobre él.

Tobirama sacó de su bolsillo un trozo de tela negra, que estaba rota y quebradiza por la sangre vieja y seca, y la colocó sobre el pergamino. Luego, contuvo la respiración y juntó las manos. Tigre → Serpiente → Perro → Dragón → Aplauso y activó el sello. Las líneas del pergamino empezaron a brillar y cuando Tobirama dio un paso atrás, ceniza y polvo brotaron del suelo en una gran ráfaga hasta cubrir por completo al shinobi de Hierba Oculta. Gradualmente, la ceniza se fue asentando, cubriendo la figura del shinobi cada vez más. A medida que se moldeaba a los rasgos de su rostro, los ojos de Tobirama se abrieron como platos. Ya no era el rostro del shinobi de la Hierba Oculta, si no el rostro que había anhelado ver por encima de todos los demás durante los dos años desde la última vez que contempló su belleza: el de Izuna Uchiha.

Izuna se puso de pie en el centro del pergamino. Tenía el rostro pálido, la piel gris y fragmentada y los ojos cerrados. Con dedos temblorosos, Tobirama sacó un talismán de control, lo ató al extremo de una aguja plateada y lo introdujo en la base del cráneo de Izuna. Luego, se paró frente a Izuna y esperó con la respiración contenida.

El momento se alargó en el que nada se movió, excepto la llama de las velas. Tobirama casi se había resignado a otro fracaso en el arduo proceso de desarrollar el ninjutsu Invocación: Reencarnación del Mundo Impuro, cuando la tez de Izuna empezó a cambiar. El gris de su piel volvió adquirir su familiar tono de porcelana, el brillo de su cabello negro relució, sus labios se abrieron y respiró hondo. Abrió los ojos.

Aunque el blanco de sus ojos era oscuro, sus iris tenían el mismo cálido carbón que Tobirama recordaba. Volvió a recobrar la conciencia de poco a poco. Cuando sus ojos recobraron la vista, se fijó en el rostro de Tobirama.

"¿Tobirama?", pregunto.

El alivio mezclado con un dolor desgarrador atravesó el pecho de Tobirama. Rodeó a Izuna con sus brazos, incapaz de creer que fuera real.

"H-Hey, Hola", tartamudeó Izuna sorprendido.

Pasó sus manos por la espalda de Tobirama con dulzura, pero éste no se atrevía a hablar. No podía pensar en nada más que en el calor del cuerpo vivo y palpitante de Izuna en sus brazos, y el sonido de la voz que había extrañado más que nada en este mundo. Como un sordo que escucha el primer revuelo de las hojas o las primeras olas rompiéndose en la orilla, quedó abrumado por el milagro que era el sonido de la voz de Izuna tras más de dos años de silencio.

Dio un paso atrás y contempló el rostro que más adoraba, secándose bruscamente las lágrimas con la manga y parpadeando para que Izuna se orientara.

"No puedo creer que haya funcionado", dijo, con una pequeña risa de incredulidad.

"¿Qué estoy haciendo aquí?", dijo Izuna mirando su cuerpo vivo.

"Tenía que volver a verte", dijo Tobirama. "Tenía que hablar contigo, aunque solo fuera un momento. Todo pasó tan rápido. Ni siquiera pude despedirme. Sé..... que fue egoísta por mi parte traerte de vuelta. Diría que lo siento, pero no es así en absoluto".

Una cálida sonrisa suavizó el rostro de Izuna y casi provocó una nueva oleada de lágrimas en los ojos de Tobirama.

"Está bien", dijo Izuna. "Me alivia verte. No recuerdo muy bien dónde he estado, pero... tengo la extraña sensación de que algo iba mal".

Espadas de papel y Tinta escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora