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Ya por las diez de la noche su madre llegó, la veía más cansada y como pudo había preparado una pequeña cena para ambos, se había bañado e intentó como pudo no parecer más cansado que su madre.

-Mi buen hijo me preparó una cena- exclamó feliz la mujer mientras lo veía -Siempre tan considerado e inocente- las últimas palabras martillaban constantes en su cabeza, se sentía tan repugnante a veces, si su madre supiera lo que hacía tan sólo estaría decepcionada de él. No quería verla llorar por su culpa por esa razón trataba de mantener lo más oculto que podía lo que "tenía" con Jun. Ni sus amigos lo sabían, era un mal hijo y al mismo tiempo un mal amigo, su vida era un caos.

Terminada la cena subió a su cuarto mientras miraba aquellas marcas en ambas muñecas suyas, eran de las manos de Jun quien siempre lo ponía inmovilizado cuando iban a tener sexo, él ni siquiera podía tocarlo o intentar iniciar un beso, todo era hecho por Jun y nadie más, debía empezar a usar abrigos más grandes que pudieran tapar sus marcas, gracias a dios no las tenía en un lugar notorio como el cuello.

Antes de acostarse para dormir revisó su celular donde habían múltiples mensajes del grupo de sus amigos donde hablaban de la salida que tuvieron esa tarde, él no fue, poniendo la excusa de que estaba con dolor de cabeza o simplemente no respondía a los mensajes, no fue porque debía verse con Jun. Había dejado de frecuentar con sus amigos por culpa suya, ya ni siquiera podía llamarse miembro de ese grupo de chicos quienes siempre estaban con él y se los pagaba no saliendo con ellos por sólo tener a Jun en su habitación.

También el tomar unas pastillas para dormir empezó desde que se veía con Jun, descubriendo que después de tanta acción en un día lo tenía cansado tanto que no podía dormir, las compraba a escondidas porque si su madre se enteraba lo llevaría junto a un profesional para ver de que se trataba tanto cansancio que no le dejaba dormir y para ser sinceros prefería matarse a que se enterara de lo que hacía con un extraño.

Se tiró en la cama, la cual tenía un leve olor de la fragancia que Jun frecuentaba en usar, le gustaba, le hacía sentir bien, tanto que a veces terminaba masturbandose mientras recordaba el rostro ajeno, era repugnante y lo sabía.

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