CAPITULO XV: No lo sé.

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- ¿Cómo está Hugo? Apenas lo he visto últimamente -. Me preguntó Alondra mientras se sentaba a mi lado y Pablo me observaba detenidamente.

- Bien, está ocupado con la apertura del nuevo restaurante -. Respondí sintiendo que en parte mentía.

Lo cierto es que yo apenas lo veía también, últimamente estaba más callado y pasaba más tiempo en su casa, me entristecía un poco que habláramos poco y nos viéramos mucho menos cada día.

- ¿Es la verdad? – Me preguntó nuevamente, Alondra de manera incisiva.

¿Cómo podía estar tan ocupada con su boda y estar pendiente de mí? Es la mejor amiga, sin duda y así, sin dudas de que estaba en un lugar seguro me solté a llorar sin saber exactamente por qué.

- No lo sé -. Respondí entre lágrimas.

Me abrazó mientras yo solo lloraba sin saber si podría detenerme en algún momento.

Después de muchas palabras de consuelo y consejos con todo su cariño, solo que eran consejos que no podía seguir porque él respondía poco mis mensajes, no atendía mis llamadas y yo no entendía por qué.

Me calmé porque en algún momento tendría que salir de ahí y esperaba hacerlo de la forma en que entré "en una sola pieza".

- Bueno, basta de mí -. Dije, mientras me limpiaba las lágrimas. – ¿Ya escogiste las flores? -. Sonreí a la vez que le preguntaba con voz temblorosa.

- ¿Qué te parecen éstas? -. Me dijo con una mueca de pesar visible en su rostro, mientras me mostraba y volteaba a ver a Pablo.

Traté de sobrevivir a esa tarde, esperando que, al ir a casa, no me topase con nadie que me preguntara por él.

Pasaron más días así, sobreviviendo a que me preguntaran por él, sin saber qué decir exactamente. No negué nada, ni dije nada al respecto, me limité a decir que les daría sus saludos y que había sido un gusto, que tal vez otro día nos reunamos todos ¿Debería ir a su casa y hablar con él?

No lo pensé más y esa noche, saliendo del trabajo me dirigí a su casa, con el corazón latiendo fuertemente. La noche era calurosa, pero con una especie de bruma marina que hacía más denso el ambiente. Estacioné y respiré profundo un par de veces para calmar mi corazón. Bajé del coche y subí por el ascensor, sintiendo que el tiempo ahí era eterno. Toqué el timbre, la puerta se abrió...

PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora