El verano estaba en su apogeo, en la calle podías ver a las chicas en pantalones muy cortos. Algunos chicos en la plaza se quitaban la camiseta dejando ver su torso desnudo y bien moldeado por el ejercicio. Todo ello me recordaba a José o... A su cuerpo. Habían pasado tres meses ya desde que salió de mi jardín y de mi cama ¡Vida! Quise decir "y de mi vida".
Llegué a casa de Pablo con algunas bolsas llena de flores y pétalos de rosas rojas. Hugo se encontraba en la casa preparando la cena que disfrutarían Alondra y Pablo. Lo saludé con un ademán y empecé a acomodar las flores en todos los rincones.
- Huele delicioso -. Le dije sonriendo.
- Casi como tus flores -. Respondió devolviéndome la sonrisa.
- Iré a dejar los pétalos de rosas a la habitación.
- De acuerdo, yo también casi termino -. Respondió desde la cocina.
Mientras dejaba caer los pétalos en la cama de Pablo, sentí un poco de envidia por mi amiga. Esto es un detalle tan romántico y lindo. Sonreí, ella se merece todo esto y más. Hoy todo puede cambiar, pronto será la esposa de Pablo. Hoy, le harán la pregunta que ha esperado toda su vida. Tal vez, a partir de hoy, ya no salga mucho. Posiblemente se llene de niños que corren y gritan por todas las habitaciones.
Francamente, no espero casarme, pero no me vendría mal alguien con quien contar sin reservas y a todas horas. El ruido de la puerta me sacó de mis pensamientos. Hugo se veía muy agitado.
- ¡Están aquí! -. Dijo intentando susurrar.
- Vamos por aquí -. Le dije a la vez que caminaba hacia la puerta de la terraza.
Hugo salía detrás de mí y cuando llegamos afuera, notamos que no había otra salida, teníamos que quedarnos ahí o saltar del octavo piso. Miré mi reflejo en los ojos verdes y brillantes de Hugo. Ambos nos reímos. Me abrazó para callar mis risas que se desbordaban. Cuando pude calmarme, le pregunté:
- ¿Traes tu teléfono?
- Sí, ya le escribo a Pablo para que la distraiga y podamos salir.
Ahora nos quedaba esperar. No quería pensar que estaríamos ahí toda la noche. Me recosté en el camastro de la terraza. No podíamos hablar, ya que nos descubrirían. Hugo se sentó del otro lado del camastro y pasó su brazo por debajo de mi cabeza. Sus ojos me miraban y ese calor que no me quemaba volvía a invadirme. Apoyó su cabeza a lado de la mía y yo cerré los ojos disfrutando del momento. Después de unos minutos en silencio, abrí los ojos y vi que el cielo empezaba a ponerse grisáceo.
Me levanté del camastro, caminé hacia la puerta de vidrio y me asomé discretamente. La imagen de Pablo y Alondra besándose, explorándose semidesnudos impactó en mis retinas y en mi cuerpo. No pude evitar seguir mirando cómo Pablo recorría el cuerpo de Alondra con sus manos y la iba desvistiendo entre besos, suspiros y sonrisas que reflejaban amor.
Alondra, la chica divertida y dicharachera de pronto se convertía en una leona cariñosa que recorría el cuerpo de su amado con sus manos, labios y no temía usar su lengua. No podía escuchar lo que se decían, pero lo imaginaba. Ella exaltaba el cuerpo de su amado y él, no paraba de decirle lo bella y fabulosa que es mientras le retiraba la ropa interior.
Pablo comenzó a besar la vulva perfectamente depilada de Alondra, con delicadeza pero con pasión. Ella dejaba caer su brillante cabellera azabache sobre los pétalos rojos al formar un arco con su voluptuoso cuerpo totalmente desnudo. Los jadeos de Alondra traspasan la puerta de vidrio logrando estremecerme. Él dice algo y ella responde, leo sus labios "me fascina". Él se incorpora y ella se gira colocándose al borde de la cama, dejando sus glúteos expuestos a Pablo. Él la besa desde la espalda baja mientras se masturba y con la otra mano la sujeta por las caderas. Le roza los glúteos con su miembro para luego penetrarla y tirar del cabello. Casi sentía el gemido de Pablo en mi oído derecho.
Comienza el vaivén, se acoplan perfectamente en el ritmo que empezó rápido e intenso. Pablo le suelta el cabello para tocarle sus pechos con ambas manos. Ella coloca sus manos sobre las de él. La melodía de sus jadeos y resoplos traspasaban la puerta de vidrio. No pude evitar humedecerme y tragar saliva. Ella bajó su mano derecha llevándola a su clítoris, un suspiro tenue se me escapó. Él va besando y dando pequeños mordiscos en los hombros de ella. Noté cómo el ritmo de ella se aceleraba y Pablo le seguía embistiendo igualando el ritmo.
De pronto, Alondra dejó de moverse, Pablo llevó sus manos a las caderas de ella sin bajar el ritmo. El canto de Alondra comenzaba a escucharse. Cerré los ojos, no quise robarles eso que debía ser sólo de ellos. Di media vuelta, las piernas comenzaron a temblarme, un calor que no me quemaba comenzaba a recorrerme el cuerpo. Suspiré. La mano de Hugo tocaba mi seno izquierdo. Nos miramos por unos segundos, el verde de sus ojos simulaban el mar embravecido. Se sonrojó y de inmediato bajo la mano, desvió la mirada. No escuché cuando Hugo se levantó y caminó detrás de mí ¿Habrá visto a Pablo y Alondra? Me sonrojé.
Mientras me mordía el labio pensé en que no quería que se notara el cambio de temperatura, sí ¡Me calenté! No sé si por lo que acababa de ver o porque habían pasado ya, tres meses sin que tuviera sexo. Miré a Hugo que estaba de pie cerca de la barandilla con la vista en la ciudad. De pronto comencé a recordar las veces que vi su torso desnudo, apreté los ojos y sacudí la cabeza como queriendo deshacerme de esas imágenes y del pensamiento que me incitaban a tocarlo o a desvestirlo con la mirada.
Me acerqué a él, toqué su mano con unas palmaditas, intentando decirle que no se preocupara, que fue un accidente y que no pensaba mal por eso. Noté cómo cerró sus ojos y resopló. Eso me confundió ¿Estaba enfadado? Sentí como un leve temblor lo recorría. Solté su mano y me miró con los ojos húmedos; el mar embravecido seguí ahí, cautivo en sus ojos que bañaban mi interior. Sentía como la marea iba adentrándome más a él cuando su brazo me rodeó de nuevo por los hombros. El calor que no me quemaba, ahora hacía que me temblaran las piernas. Rodeé su cintura con mi brazo y noté que mi tacto lo hacía estremecerse también. Hugo al igual que yo se resistía a lo que nuestro cuerpo gritaba.
Comencé a pensar en todas las razones para no pasar los límites de la amistad. Yo no podía perder a Hugo. Podía resistir tres meses más sin sexo pero estar sin Hugo ¡Jamás! Una brisa ligera nos envolvió haciendo que se nos erizara la piel. Su mano que sujetaba mi mejilla me sacó de mis pensamientos y sus labios que tocaban los míos se volvieron desesperados, como su lengua y la mía que se buscaban.
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Poseidón
RomanceSegunda parte de "El pulso del impulso". Los celos y violencia de José alejan a Isela de su lado. Isela descubre que el amor que había mantenido dormido en su corazón sigue más vivo que nunca. Hugo e Isela se envuelven en un intenso mar de pasiones...