Intentaba ser graciosa para ocultar lo bien que me sentía ahí, entre sus brazos, como si fuéramos una misma persona con dos rostros, cuatro brazos y piernas. Sintiendo el calor que él emanaba de su cuerpo al mío, ése calor que no me quemaba sino que me ponía en su sintonía.
Un par de minutos después, cuando deje de temblar, comencé a masturbarlo con mis manos, el movimiento de sus dedos en mi clítoris se reanudó. Estuve así hasta que comenzó a hacer un movimiento con su pelvis, como indicándome que lo metiera en mi vagina, así que lo hice. Ambos gemimos mientas entraba. Comencé a mover mis caderas y él no dejaba de mover en círculos sus dedos sobre mi clítoris. Las piernas comenzaron a temblarme nuevamente, mi espalda hizo un arco contra su pecho. Apenas logré poner mis pies de puntillas, intentando levantar la pelvis sin separarme del abrazo que Hugo me daba. El grito de mi orgasmo fue más fuerte que el primero.
Él seguía conteniéndome durante mis temblores, volví a sentir la quietud de su mano sobre mi vulva y gemí. Ahora sus piernas rodeaban las mías, su otra mano en mis pechos y las mías enterrándose en sus piernas. Pasaron unos minutos más junto con mis temblores. Besó suavemente mi cuello y yo fui soltando sus piernas que llevaban ahora las marcas de mis uñas. Me puse de pie como pude, aún sentía como si me recorriera electricidad por los muslos. Giré y me subí a él, nuestras miradas se cruzaron y ese mar embravecido se había mezclado con un poco de ternura. Lo besé mientras su miembro entraba a mi vagina nuevamente. A lo lejos escuché el teléfono de Hugo sonar.
- Lo veré después -. Me dijo entre jadeos.
- De acuerdo -. Respondí agitada.
Comencé a moverme de arriba abajo y podía sentir cómo cada fibra de su cuerpo vibraba. Su lengua en mis pechos y sus manos en mi espalda se hundían, me aprisionaban y cuando sentía que su orgasmo llegaría nuevamente halé su cabello por la parte de atrás de su cabeza. Sus jadeos y esos resoplidos reprimidos me excitaban tanto que no dejé de moverme, haciendo que sus gemidos fueran más sonoros.
- Te quiero -. Dijo agitado.
Mientras acomodaba su cabeza entre mis pechos y me abrazaba fuerte. Su miembro iba bajando de tamaño. Podía sentir el calor de su respiración, el calor de sus palabras. Mis brazos y mis piernas temblorosas lo rodearon como conteniéndolo a él ¡Sus palabras! ¿Qué dijo? ¿Me quiere? ¿Cómo me quiere? ¿Cómo la amiga que siempre he sido? ¿Podré repetir esto? Todas esas preguntas inundaban mi mente, aunque había una pregunta que temí hasta pensar. Besé su cabello.
- No quiero perderte -. Dijimos al mismo tiempo. Ambos sonreímos.
- Nada va a cambiar -. Le respondí.
- ¿Es lo que quieres tú? -. Preguntó separándose un poco de mí pero sin soltarme.
- No quiero perderte -. Respondí sinceramente. - ¿Qué quieres tú?
- Lo que no me haga perderte. Te quiero en mi vida, Ise -. Dijo mientras me miraba con sus ojos brillantes, pero escondían en ellos una pesadez.
- Estamos de acuerdo en... -. El sonido del teléfono de Hugo me interrumpió.
- Dame un momento, iré a ver quién es -. Me dijo separándose de mí totalmente.
Buscó en el piso su teléfono. Cuando lo encontró lo apagó. No quise preguntar, sospechaba que al apagarlo debía ser Fleur, su noviecita francesa o como le gustaba decir a Hugo "es una relación complicada". Los ojos se me pusieron llorosos, no entendía por qué, pero quería llorar. Me quise poner de pie para ir al baño y resbalé con mis propios líquidos (que no eran del llanto). Caí en el sofá y reí.
- ¿Estás bien? -. Preguntó Hugo sonriendo.
- Sí -. Respondí asintiendo con la cabeza.
- ¿A dónde ibas con tanta prisa? -. Preguntó mientras sus manos tocaban mis costillas.
- ¡Para! -. Grité riendo.
Él me miraba como siempre, con ése brillo cálido que me impedía ver otra cosa que no fueran sus ojos. Se detuvo y me besó suavemente los labios, sus brazos me rodeaban y yo a su vez, lo rodeaba con los míos. Mi corazón se aceleró, lo apreté aún más con mis brazos y piernas.
- Te quiero y no quiero perderte, Hugo -. Susurré a su oído.
- Nada va a cambiar -. Respondió en un susurro.
Me abrazó más fuerte, respondiendo mi intensidad. No nos soltamos hasta que sentí que se me entumecían las extremidades. Aún en el sofá, uno a lado del otro, pregunté.
- ¿Dónde tienes todo para limpiar esto?
- Limpiaremos los dos, lo traeré del armario de la cocina -. Respondió mientras se levantaba.
Mientras traía lo necesario para limpiar, recogí nuestra ropa del piso y la puse en el otro sofá, que estaba totalmente seco. Cuando regresó, comenzó a pasar papel de cocina en el sofá mojado y en el piso. Entonces, tomé el trapeador del balde y comencé a trapear.
- ¿Así limpias tu casa? Deberías invitarme a limpiar -. Dijo riendo.
- Sólo si limpias mi casa, desnudo y conmigo -. Respondí, riendo.
- Limpiaría sólo si ensuciamos igual que ahora.
El brillo en sus ojos, me decía que deseaba repetir esto, tanto como yo. Mientras él regresaba todo lo que trajo para limpiar, me fui a su baño. Abrí el botiquín del espejo y olí su loción para después de afeitar, suspiré. La guardé nuevamente y me hice un moño en el cabello para entrar a la ducha. Miraba aquella chica del espejo y entonces me di cuenta que no fui honesta con Hugo, todo lo que le dije era mentira, la verdad es que todo iba a cambiar. Sentía que me faltaba el aire, y un ligero mareo me hizo sentarme en el excusado. Era mentira que nada cambiaría porque yo estoy enamorada y eso lo cambia todo.
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Poseidón
RomanceSegunda parte de "El pulso del impulso". Los celos y violencia de José alejan a Isela de su lado. Isela descubre que el amor que había mantenido dormido en su corazón sigue más vivo que nunca. Hugo e Isela se envuelven en un intenso mar de pasiones...