Capítulo XX El postre

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                La mesera se acercó a la mesa, y no miró la cuenta, solo le entregó la tarjeta, la mesera sacó la terminal para pasar la tarjeta y se la acercó.

- Espero que les haya gustado -. Dijo la mesera mientras acomodaba los platos para llevárselos.

Sentí la mirada furtiva de la mesera, y yo solo le sonreí. Supuse que pensaría algo como "qué relación tendrán ellos dos". La terminal sonó como pago recibido, Josué dejó la propina en efectivo.

- Muchas gracias, vuelva pronto -. Agradeció la mesera.

Josué se levantó de la mesa y se acercó a mí para retirarme la silla y me levanté. Me tomó de la mano sorpresivamente y sin decirme nada más, salimos del restaurante. Una vez en la calle, no me soltó la mano, y me llevó a mi coche en silencio. No entendía qué pasó exactamente, pero su mano tomando la mía se sentía tan natural, yo ni siquiera intenté soltarlo. Frente a mi coche, mirándonos de frente y sin soltarnos la mano:

- No me gustó cómo te miraba la mesera -. Dijo seriamente.

- ¿Y qué importa? -. Respondí, no sentí que me miró de mala forma o con desprecio.

- Creo que ella gusta de ti -. Me respondió con ojos sorprendidos.

- ¡Ja, ja, ja! Ni lo noté, pero no creo -. Dije de forma incrédula, hasta me parecía divertido. - ¿Por eso me tomaste de la mano? -. Pregunté de forma directa.

- Sí -. Volvió a responder de forma directa, escueta y sin rollos.

- ¿Qué postre te gustaría? -. Pregunté para cambiar el tema, porque no quería ahondar en el por qué pasó lo que pasó.

- Mmm... ¿Qué tal helado? ¿Te gustaría? -. Respondió.

- Conozco un lugar que sirven tartas y helado juntos ¿Quieres ir? -. Pregunté tirando de su mano.

- Sí ¿Cómo se llama el lugar? -. Respondió sonriendo y apretando apenas mi mano, como para evitar que me soltara.

- Te paso la dirección por WhatsApp, así llegas -. Respondí, acercando mi bolso, pero sin poder tomar mi teléfono porque no me soltó la mano.

Me miró fijamente, con ese semblante serio, sereno de nuevo. Le sonreí y me devolvió la sonrisa.

- ¿Por qué eres tan linda? -. Preguntó sonriendo.

- No sé, siempre he sido así -. Respondí, en realidad no me conoce de nada y no estaba por la labor de coquetear, aunque me sentía muy a gusto con él.

Sonreí tratando de disimular, pero sentí mucho deseo en ese momento. Me temblaron las piernas, me sentía mareada y de nuevo su voz...

- Tienes una energía muy bonita -. Apretó los labios, mientras movía la cabeza en negación sin dejar de mirarme.

- Gracias, tú también tienes una energía muy bonita -. Dije mientras solté su mano para enviarle la dirección del lugar de los postres.

Su teléfono sonó con la notificación.

- Te veo ahí -. Dije mientras sonreía.

- Sí, pero espera, te abro la puerta -. Dijo haciendo un ademán con el que entendía que yo debía pasar primero.

Caminé buscando las llaves en mi bolso, saqué las llaves y estando delante de la puerta, quité la alarma. Josué abrió la puerta, se inclinó hacia delante y dijo:

- Servida -.

- Gracias -. Sonreí y subí al coche.

- Ahora sí, te veo allá -. Dijo mientras cerraba la puerta.

Metí la llave para arrancar, mientras lo veía caminar a su motocicleta, sintiendo que el corazón me latía más fuerte, coloqué la reversa y pisé el pedal para salir. De pronto, la sangre que recorría mi cuerpo se agolpaba en la vulva ¿Qué rayos está pasando? Si no me dijo nada que pudiera interpretar de manera sexual.

En el camino, no quise mirar a mi lado, ya que sabía que estaba él con su motocicleta, pero no podía sacar su voz de mi mente. Su voz se reproducía en automático una y otra vez, su voz profunda, sexy, su voz de trueno.

Cuando al fin llegué al lugar, estacioné y a lado mío, él dejó su motocicleta. Bajé del coche al mismo tiempo que él bajaba de su motocicleta. Caminó hacia mi y nos encontramos en la parte detrás de mi coche, le sonreí y lo tomé del brazo, como si fuera algo natural, como si fuera el siguiente paso. Me sonrío y caminamos juntos en silencio, me sentía bien, no había nada incómodo en aquel acto que para ojos de muchos podría ser cotidiano de una pareja cualquiera, excepto que no éramos pareja; con él, el silencio aliviaba un poco todo lo que me dijeron en la clínica.

Al llegar al lugar, se detuvo para abrir la puerta y dejarme pasar. Solté su brazo y entré. En seguida, nos dieron una mesa y la carta.

- ¿Puedo pedir por ti? -. Pregunté sonriendo.

- Mmm... Sí, sorpréndeme -. Respondió dudando un poco.

- Me das un pastel de tres chocolates con helado de menta y un cheescake de zarzamora -. Pedí al mesero sin mirar la carta.

El mesero anotó el pedido, retiró las cartas y se despidió de nosotros.

- ¿Vienes mucho por aquí? -. Preguntó interesado.

- Venía mucho cuando era niña, y ahora solo vengo por helado -. Respondí.

- Tengo curiosidad por la combinación que escogiste -. Dijo seriamente.

- El truco es tomar un poco de pastel y en seguida un poco de helado para que se mezclen los sabores en tu boca -. Sonreí al responder. – Pero si no te gusta, podemos pedir otra cosa -. Dije al notar su duda.

- Bueno, voy a probarlo y ya vemos después qué hacemos -. Respondió.

En seguida nos trajeron los postres y esperé a que él probara, sonreí porque estaba segura que le gustaría. Tomó la cuchara y tomó un bocado de pastel, en seguida tomó una cucharada de helado y lo llevó todo a su boca. Sus ojos eran de sorpresa, y es lo que esperaba. Entonces, empecé a comer mi cheescake de zarzamora.

- ¡Está rico! No esperaba que estuviera bueno -. Dijo sorprendido y siguió comiendo.

- Entonces ¿No quieres pedir otra cosa? -. Pregunté con malicia de quien evita decir "te lo dije".

- No, está muy bien esto, muy bueno -. Respondió sinceramente.

Yo solo sonreí y seguí probando mi postre, luego que lo vi mirándome de nuevo, le ofrecí un poco. Me sonrió con un poco de pastel en la boca y tomó un pedazo de mi postre con su propia cuchara ¿Por qué me siento tan en paz con él? Como si el tiempo no transcurriera, pero sí que transcurre, la noche ya se veía afuera de aquel lugar.

- ¡Quisiera comer más! -. Exclamó de repente.

Nuevamente esa sensación de deseo me volvió a invadir, mi boca se volvía agua con su voz, mis piernas temblaban, mi mente solo deseaba ser ese pastel de tres chocolates para estar en su boca, que su lengua me rozara la piel como a esa cuchara... Aclaré la garganta.

- ¿Pedimos otro? -. Pregunté un poco nerviosa.

- ¡No! Ya es mucho, solo que está muy rico -. Dijo mientras se tocaba el estómago.

Y yo solo podía imaginar ese abdomen, desnudo, bien trabajado, como tableta de chocolate... Algo dijo, pero no lo escuché bien por mi nube de pensamientos.

- Disculpa ¿Qué dijiste? -.

- ¿Puedo acompañarte a tu casa? -. Preguntó mirándome a los ojos.

PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora