Entré, a lo que me aseguraron, era el consultorio de la mejor especialista de la ciudad. Así que, esperaba un trato de calidad, porque nada económica era su consulta. Pero en lo que debía ser algo de rutina, encontré a alguien que no le importaba los síntomas que le indicaba, por el simple hecho de que no tenía ningún síntoma físico de lo que le relataba ¿Qué putas le pasa a esta doctora? Me fajé muy bien los pantalones y le hice saber que vine a algo muy específico y que no pienso pagar nada diferente a eso, por lo cual, no tuvo más remedio que hacerlo. Y con ello descubrió que era cierto lo que le contaba sobre mis síntomas, aunque yo era una de esas atípicas que no presentan síntomas físicos de una enfermedad silenciosa.
Yo no escuchaba después de que me dio el diagnóstico, aunque vagamente escuché más de lo que quería. Mandó unos análisis, para confirmar lo que ya me había dicho ¿Más análisis de lo mismo que acaba de hacer ella? Me sentía morir, me quebró tanto que no podía más. Salí del consultorio lo más rápido, cordial y entera que pude.
Caminé rápido al elevador, y caminé lento hasta mi coche. No me di cuenta que él estaba ahí, de pie a lado de mi coche, él chico con voz de trueno. Me acerqué sin verlo a los ojos y solo lo abracé, no lloré, lo abracé en silencio. Correspondió mi abrazo con toda su energía, acarició mi cabello y se quedó ahí sin decir nada más que "ok", con esa voz de trueno. Podía sentir cómo me contenía en silencio, aunque él no sabía qué me pasaba, dejó que me perdiera en su clavícula y su delicioso olor a "One Millon", sentí su mentón en mi cabeza y juro que jamás me sentí más contenida en toda mi vida, que en ese momento.
Sentí como sus manos apretaban mi espalda, lo apreté más hacia mí y lo escuché suspirar, su tono de voz seguía ahí, escondido en ese suspiro y me derretí. Subí mis manos y toqué sus omóplatos, cerré los ojos y solo sentí esa hermosa energía que nos envolvía hasta que sonó la alarma de un coche cercano. Eso me hizo abrir los ojos, y noté que me sentía tan a gusto, como si fuera el lugar donde debía estar, y no hablo del estacionamiento, hablo de sus brazos.
Me separé un poquito de él y le sonreír.
- Gracias por estar aquí, por cierto ¿Qué haces aquí? -. Le pregunté, porque me di cuenta que me ensimismé.
- Yo... - Aclaró su garganta - Te esperaba, porque... Bueno eso, quería, no. Quiero, o sea sí. Quiero pedirte tu número ¿Quisieras darme tu número? - . Y me volvió a sonreír con esa sonrisa de ganador de la fórmula 1.
- Sí, claro -. Y sonreí.
Anoté mi número en su teléfono y me llamó, solo para que yo tuviera el suyo. Aunque yo creo que era para asegurarse que no le di un número falso.
- ¿Todo está bien? -. Preguntó, con esa voz de trueno que yo empezaba a disfrutar tanto.
- Sí, bueno... Ya se verá. Nada que deba de pensar por ahora -. Mentí, estaba aterrada.
- Bueno, ahora puedes llamarme si necesitas un abrazo, a la hora que sea -. Respondió y me volvió a sonreír.
- ¡Ja, ja, ja! Gracias, lo haré sin duda -. Respondí nerviosa.
- ¿Qué vas a hacer ahora, vas a alguna cita? - Preguntó por impulso.
- Nada, solo pensaba en ir a comer algo -. Respondí sinceramente.
- ¿Puedo acompañarte? - Preguntó con un dejo de nerviosismo.
- Sssí, claro -. Respondí riendo, ya que me parecía extraño y a la vez, por alguna razón que no comprendía, sentí confianza.
- Teee... Sigo, te sigo -. Me respondió con una risa que denotaba alegría y mucho entusiasmo, mientras caminaba hacia su motocicleta.
Me sentí tan contenta de repente. Este chico me contagia su estado de humor ipso facto. Aproveché a enviarle la ubicación del restaurante por si se perdía.
Y durante el camino, siempre iba detrás de mí... Al llegar al restaurante, pedimos de inmediato. Yo pedí una ensalada César con pollo a la plancha, debido que, por un segundo, recordé el diagnóstico y me esforcé por sonreír mientras él pedía un corte de carne. Una vez se fue la mesera, le dije en tono ameno:
- Bien, cuéntame de ti -. Y sonreí.
- Me llamo Josué, mucho gusto Isela -. Me respondió sonriendo. - Solo por curiosidad, ¿Cómo registraste mi contacto?
Reí mucho, no sabía si responder o no. Así que simplemente le acerqué mi teléfono y dejé que lo viera él mismo. Y yo, me tapé el rostro con las manos. Tenía un poco de vergüenza.
- Interesante. Así que... ¿Soy el Chiquiguapi para ti? -. Me dijo con mucha confianza en sí mismo y levantando una ceja, mientras me miraba a los ojos. Esto lo hacía verse tan atractivo, tan sexy.
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Poseidón
RomanceSegunda parte de "El pulso del impulso". Los celos y violencia de José alejan a Isela de su lado. Isela descubre que el amor que había mantenido dormido en su corazón sigue más vivo que nunca. Hugo e Isela se envuelven en un intenso mar de pasiones...