Capítulo XIX El Chiquiguapi

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                Su sonrisa de ganador de fórmula 1 seguía atrayéndome y su voz de trueno me embobaban tanto que no podía disimular. La seguridad que desprendía su ser me atraía como un imán a un metal. La forma silenciosa en la que me escuchaba, me parecía imperturbable y me ponía un poco nerviosa ¿Qué tiene este chico? En un momento, donde dudaba si me escuchaba o solo me miraba de forma estoica, dejé de hablar.

- Continúa -. Dijo de forma seca.

- Creí que no estabas oyendo -. Respondí.

- Claro que te escucho, continúa -. Me respondió visiblemente serio.

Continúe con lo que le contaba, dije un par de chistes y reí, pero él no interrumpía ni reía. Me miraba fijamente y parecía que escrudiñaba mis gestos y mi forma de entonar, ni el ruido de nuestro alrededor hacía que sus ojos cafés desviaran su mirada; eso me ponía más nerviosa, es como si supiera todo lo que me agrada en un hombre.

- ¿No te hace gracia? -. Pregunté, creyendo que él tenía otro sentido del humor.

- Sí, eres graciosa -. Respondió sonriendo. – Sólo que quiero escucharte -. Tienes una voz muy bonita.

Volvió a su postura estoica, mientras nos servían la comida. Agradecimos al unísono, mientras me miraba por encima de la mesera, cuando acomodaba los platos y los acompañamientos. Me hacía sentir que no había nada más importante que yo, sus ojos solo estaban puestos en mí. Sonreí instintivamente y me devolvió la sonrisa.

- Buen provecho -. Dije, mientras tomaba los cubiertos.

- Provecho -. Respondió y tomó un bocado.

- Entonces ¿A qué te dedicas? -. Le pregunté, ahora quería escucharlo a él, mientras yo tomaba un bocado.

- Estudio música y juego ajedrez -. Me respondió cortamente, mirando mi plato.

- ¿Cuántos años tienes? – Pregunté directamente, ya que, si bien parecía joven, no como para seguir estudiando.

- Veintiocho -. Respondió estoicamente. – Es mi segunda carrera, la primera es de Preparador Físico -.

- Me gustaría jugar ajedrez, alguna vez jugué... de niña -. Reí un poco.

- Pues, yo he ganado varios torneos, podríamos jugar alguna vez, si quieres -. Respondió y seguía mirando mi plato.

- Sí, me vas avisando qué día tienes libre y lo vemos -. Sonreí. - ¿Quieres probar mi comida? -. Pregunté.

- ¿Me dejarías? -. Preguntó sonriendo un poco.

- ¡Claro! -. Respondí dejando libre el plato, para que pudiera tomar un poco.

Se veía con el rostro iluminado, era notable que él disfrutaba el momento y de la buena comida, aunque sólo era ensalada con pechuga de pollo a la plancha, por alguna extraña razón me sentía un poco más feliz, un poco más tranquila, con mucha más paz.

- ¿Siempre comes así de saludable? -. Preguntó con cierta intriga, a la vez que se llevaba un bocado a la boca.

- Generalmente, me gustan las verduras, como carne, pero muy poca -. Respondí, sabiendo que lo preguntaba por algo. - ¿Por qué preguntas? -.

Sabía que nuestro encuentro en la clínica y mi abrazo repentino tenía algo que ver, tal vez estaba haciendo conjeturas, era un tema que no quería hablar por ahora, por qué pregunté eso ¡Rayos! Ojalá sea delicado al responder. Traté de disimular comiendo, mientras esperaba que terminara su bocado.

- Sólo era curiosidad -. Respondió. - ¿Quieres probar mi comida? -. Preguntó para cambiar de tema.

- No, gracias -. Sonreí al responder.

- ¿Pedimos postre? ¿Quieres compartir? – Preguntó con cierta emoción.

- No suelo comer postre, pero ¿Qué te gustaría comer de postre?

- Mmm... – Dijo, con cierta malicia.

No lo miré, pero podía sentir su mirada en mí, su voz despertaba en mi mucho deseo, aunque no me decía nada cercano a eso, todo lo contrario, parecía de lo más relajado.

- Me gustaría una tarta de chocolate o un helado de chocolate ¿Qué prefieres? -. Respondió.

- ¿Tiene que ser de chocolate? -. Pregunté sonriendo.

- ¿No te gusta el chocolate? -. Preguntó sorprendido.

- No ¡Ja, ja, ja! Tal vez sea la única mujer que no muere por el chocolate -. Respondí.

- ¿En serio? No había conocido a nadie que no le gustara el chocolate -. Dijo sorprendido. – Busquemos el postre en otro lugar ¿Te parece? -. Preguntó con una sonrisa.

Asentí moviendo mi cabeza.

Él me hacía sonreír de la nada, su voz me envolvía de tal manera que me hacía sentir tranquila a pesar de que lo acababa de conocer ese día.

Hizo una seña a la mesera para pedir la cuenta, y yo tomé mi cartera para sacar mi tarjeta.

- Yo te invito hoy -. Dijo seriamente.

- Solo si me dejas invitarte el postre -. Respondí.

- Sí -. Respondió, concreto, directo, escueto y sin más rollos.

Volví a sonreír, empezaba a pensar que tal vez, solo quería ser mi amigo, no por la cuenta o porque yo invitaría el postre, sino porque no parecía tener más interés, era muy serio y directo con sus preguntas y sus respuestas, pero me seguía pareciendo alguien muy interesante y que quería conocer más, aunque... Yo seguía con esa idea de irme del país.

Tener un amigo a la distancia no sonaba tan mal pero... ¿Él estaría dispuesto a ser amigos a distancia?

PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora