El líquido caliente bajaba por mi garganta mientras mi adormilada mirada se perdía por el ventanal frente a mí, el día anterior había sido demasiado cansado, un evento muy demandante para Maite, mi hermana, y para mí, aunque con grandes recompensas para nuestra empresa especializada en eventos, pero eso no había sido lo que me tenía agotada, sino el hecho de volar de la Ciudad de México de regreso a Nueva York. Afortunadamente era domingo y no tenía gran cosa que hacer, sólo un par de citas fuera con algunos clientes y una comida con Maite en SoHo, no me sorprendía para nada que mi audaz hermana lograra conseguir una reservación un día antes en un lugar donde se requería hacer con semanas de anticipación.
Tenía tiempo suficiente, tomé un relajante baño de tina, me vestí con un vestido que una excelente diseñadora mexicana y amiga me había obsequiado, alacié mi cabello, tomé mi bolso y llamé al chófer, ese día no me apetecía para nada conducir. Le pedí me llevara a un hermoso restaurante cerca de Central Park, donde tendría mi primera cita de negocios, después, iría a la 5a. Avenida, haría algunas compras, otra cita de negocios y de vuelta a mi departamento, justo detrás del Empire State, un exclusivo edificio; me cambié de ropa y salí hacia aquella comida con mi hermana la cual fue por demás agradable, llevábamos trabajando juntas los últimos ocho años, habíamos fundado nuestra empresa en casa, en la Ciudad de México, logrando movernos y posicionarnos en Nueva York después de años y esfuerzo, ahora, vivíamos y trabajábamos entre un lado y otro.
— ¿Qué tal el viaje a México?—preguntó Maite cuando nos sirvieron nuestras copas de vino.
—El evento fue un éxito—sonreí—, esa cena anual de médicos siempre lo es. El banquete sublime, esta vez llevé a Antoine y como siempre se lució con su menú netamente francés, la orquesta, aquella que llevamos a la boda de los Luviere, todo tal como se planeó, uno de los asistentes pidió agendar una cita, quiere que nos hagamos cargo de su boda.
—Y llamarán más hermana—sonrió alzando su copa—, tenlo por seguro.
—Ya lo creo que sí—chocamos nuestras copas antes de beber el primer trago.
Quería disfrutar del resto de ese día tomando un baño de burbujas y disfrutando de un par de copas, el siguiente lo tenía bastante ocupado y con mil pendientes en la oficina, estaba logrando llegar al nivel de relajación que quería hasta que mi celular sonó sacándome abruptamente de ella, pero era imposible que me enfadara al ver quién era, sonreí atendiendo de inmediato.
— ¡Abuela! —saludé efusiva, siempre era un gusto hablar con ella.
—Mi querida Dulce—escuché su voz al otro lado—. ¿Llamo en mal momento?
—Para nada, sabes que para ti nunca lo es.
—Bueno, entonces espero que lo que te diré tampoco lo sea.
—Te escucho—solté una pequeña risa.
— ¿Qué te parecería una visita a Canadá? Maite y tú.
—A Canadá—me mordí el labio inferior—, nos encantaría abuela, pero tenemos algo de trabajo aquí, no podemos tomar vacaciones en este momento.
—Oh querida, no serán precisamente unas vacaciones.
— ¿Ah no? ¿Entonces?
—Escucha, este año se cumplen sesenta años de la inauguración del hotel que adquirí y según las historias de los lugareños antes se hacía un baile anual de verano, entonces quisiera hacer uno como celebración por el aniversario y teniendo a dos maravillosas organizadoras de eventos como nietas pues...
—Claro, iremos a trabajar. ¿Cuándo planeas hacerlo?
—En un mes.
—Bueno, sólo hablaré con Maite y te llamaré de vuelta.
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Sólo Tú (Vdy) ©
RomanceDos vidas resueltas, dos almas diferentes, dos caminos cruzados y una razón para evitar que lo sigan haciendo. Dulce Espinosa había encontrado la manera de ayudar a su abuela a no perder su preciado hotel clásico, ¿el obstáculo? Christopher Uckerman...