Capítulo 42: Roro

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Al día siguiente, ultimo día en Los Angeles

Igual que en la mañana anterior, Amity se despertó con el enorme bulto haciéndole presión desde atrás.

—No ese estúpido inflable de nuevo. —cerró los ojos bien fuerte, tratando de conciliar el sueño de nuevo

Demasiado le costó hacer que Morgan dejara de sufrir por la ballena y aún más esfuerzo le costó evitar que Luz cediera ante sus encantos y fuera a altas horas de la noche a comprarle un reemplazo de su compañera de aventuras, para que ese fastidioso juguete la despertara de nuevo.

—¡No, llena no! —agitó su brazo hacia atrás tratando de golpear la cosa que la acosaba para sacársela de encima, pero el bulto se le apretaba aún más. Amity pensaba que se agigantaba. Trató de no darle importancia y apretó aún más los ojos, rogando que el sueño volviera, aún así no fue suficiente, ya estaba bastante despierta.

Quejosa le dió un fuerte golpe a la almohada, tenía demasiado sueño, las horas que estuvo tratando de consolar a Morgan le estaban pasando factura.

—Ballena de mierda... —susurró— ¿Por qué carajo se tuvo que perder en el medio del estúpido mar con sabor a... Un momento. —abrió los ojos rápidamente, cayó en cuenta de que la ballena no podía estar en la cama junto a ella.

Llevó su mano hacia atrás y a diferencia del día anterior, sus dedos tocaron una suave y blanda superficie. Con la frente arrugada subió su mano un poco más y agarró una nariz que se movió junto con el sonido de una risa. Al mismo tiempo algo crecía entre sus nalgas.

—Por favor, Diosito, que no sea un maldito inflable. —suplicó mirando el techo mientras que con la mano seguía recorriendo la superficie detrás suyo— ¿Eres otro animal inflable que la terca de mi novia compró? —preguntó por las dudas.

Apenas lo hizo sintió como la misma nariz que sostuvo unos momentos ahora le respiraba cerca del cuello. Sintió el roce de la misma nariz en su oído cuando la cabeza comenzó a negar de un lado a otro.

—¿Eres otra persona que no sea mi novia? —tenía que seguir descartando—. Oh... —pequeños y húmedos besos comenzaron a hacer contacto con su cuello— porque... porque si lo eres, está mal, muy mal.

Lo que no estaba mal era la humedad acumulándose en la carne interna de sus muslos por culpa de una insistente erección chocandole.

—Nunca... —sentir la ronca voz mañanera de Luz muy cerca de su oído le parecía que aumentaba el calor en la habitación— Nunca, pero nunca... dejaría que alguien más se metiera en... en esta cama contigo. —volvió a su tarea de dejar marcas sobre la piel bronceada.

Amity quería frenar para recordarle las habituales advertencias o precauciones que circulaban por su cabeza en momentos así, como: “La puerta no tiene seguro”, “Mis padres están a dos habitaciones”, “Nuestras hijas pueden entrar en cualquier momento”, “La pervertida de Boscha huele el sexo a doscientos kilómetros”, “No quiero darle una mala impresión a mis suegros”, La hermana Lilith nos pondrá a rezar 50 rosarios” y alguna que otra cosa más, pero lo que estaba haciendo Luz con su lengua, acompañada de sus labios dejando besos lentos, no la dejaba formular palabra alguna. A la boca ahora se le sumaban unas agradables y calientes manos que, sin importarle la barrera entre el pijama y ellas, exploraron sus tetas como si fuese tierra por conquistar.

—Amor...

—Shhh.

Amity abrió los ojos de inmediato. Definitivamente eso fue algo nuevo en Luz, nunca antes la había hecho callar. ¿Qué demonios? jamás nadie ha hecho callar a Amity Blight.

No soy para ti | LumityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora