- CAPITULO 1:

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Legolas:
Tres días. Llevábamos siguiendo a los orcos tres días. Sin comida, solo corriendo, intentando alcanzarles y seguir su rastro. El de ella. Me sentía culpable. De no haber podido salvarla.

Ver como se alejaba y se la llevaban delante de mi, herida, medio inconsciente y mirándome. Esa última mirada con una lágrima antes de que se desmayara encima del hombro de un maldito orco. Y yo no pude llegar a ella. No pude salvarla. No llegué.

Sabía que una parte de mi estaba con Rae y se había ido con ella. Desde que la conocí sabía que la seguiría a cualquier lado no solo por la misión del anillo y así he echo. Sam y Frodo habían decidido irse y ya no era nuestra responsabilidad seguirles.

Todo se había vuelto un desastre y ahora estábamos en medio de la nada siguiendo a la manada de  orcos como podíamos y con la esperanza de que estuviera bien. Viva.

- Han acelerado el paso. - dijo Aragorn levantándose del suelo. Estaba con la cabeza apoyada en la roca para sentir a los orcos. - Habrán captado nuestro olor. ¡Deprisa! - dijo empezando a correr de nuevo. Aragorn también estaba estresado. Tampoco pensaba en otra cosa que encontrarla.

Yo seguí a Aragorn. Gimili iba detrás nuestro. Le costaba más correr y se quedaba atrás pero hacía todo lo que podía.

- Venga Gimili - dije siguiendo la dirección de Aragorn para que no se quedara más atrás.

- Tres días con sus noches. Sin comida ni descanso y sin rastro de nuestra presa salvo vagas huellas en roca viva. - me contestó mientras se paraba.

- Estamos más cerca. No podemos parar ahora. - le dije.

Y seguimos corriendo. Atravesando montañas de rocas difíciles de avanzar. Yo aguantaba. Si era por Rae si. Apenas descansábamos pero cuando lo hacíamos era un par de minutos. Acabábamos de parar, estábamos sentados bebiendo agua. Gimili también la extrañaba, podía sentirlo pero Aragorn si que estaba destrozado.

- Tenemos que seguir. - nos dijo. - No pienso abandonarla. No otra vez. - y continuó corriendo.

- Se que está siendo duro para vosotros. Para Aragorn pero se que para ti también.- me giré para mirar a Gimili, extrañado. - Si te soy sincero. Yo también la echo de menos. Además, esos malditos hobbits me hacían reír. - sonreí pensando que teníamos alguna esperanza. Todos los recuerdos con Rae y con los hobbits se me pasaron por la mente. Teníamos que hacerlo.

Seguimos corriendo siguiendo el rastro de Aragorn. Aunque la mayoría de las veces yo guiaba el camino debido a mi vista especial.

Llegamos a prado abierto. Estábamos cruzando entre unas rocas cuando vi algo brillar en el suelo. Se lo dije a Aragorn ya que iba adelantado y se agachó a cogerlo. Eran los broches de las hojas que llevábamos todos.

- Las hojas de Lórien no caen sin razón.

- Podrían seguir con vida- dije esperanzado. Avancé unos pasos y un bulto en el suelo resaltó claramente. Era la navaja de Rae. - ¡Mirar! Esto es de Gilraen. Nos están dejando pistas. Vamos bien encaminados.

- A menos de un día de nosotros. - eso me alegró de verdad. Agarré la navaja bien en mi puño y me la guardé. Solo de pensar en que estaba viva.

- Vamos Gimili. Estamos ganando terreno.

- Soy un negado a campo traviesa. Los enanos somos veloces en el llano,  muy peligrosos en distancias cortas. - me gritó desde atrás. - subimos a una montaña de piedra elevada para ver las vistas y el terreno.

- Rohan, tierra de los caballeros jinete. - dijo Aragorn mientras mirábamos al horizonte. - Aquí esta pasando algo raro, un ser maligno les da velocidad a estas criaturas. Se nos opone con su voluntad. - me adelanté y corrí hacia unas piedras más delante. Empecé a fijarme bien para ver hacia que dirección iban la manada de orcos e ir por buen camino. - ¡Legolas! ¿Qué ven tus ojos de elfo? - me gritó desde unos metros más atrás.

Siempre Juntos [El Señor De Los Anillos «Legolas»]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora