ⅠⅩ ❆ «La debilidad del poder»

351 92 69
                                    

Enoran siempre había luchado contra el sueño, especialmente en las noches en que debía montar guardia en los peligrosos suburbios durante las temporadas de caza y saqueo. Sin embargo, percibió la fatiga pesar sobre su cuerpo mientras se ajustaba las vendas a la mañana siguiente antes de bajar a desayunar como si no fuese el instigador directo de que allí, las reglas se ofrecían en la mesa de una manera y, bajo la madera, las cartas se traspasaran entre los dedos con engaño.

Esa misma mañana, Lavinia le advirtió que no debía abandonar el comedor tan pronto vaciara su plato, como había hecho en días anteriores, por lo que optó por apartar su mirada hacia la puerta del recinto como si hubiera algo relevante en ella que ameritara estudio.

La conversación no podía importarle menos, pero no pasó desapercibido como las cosas comenzaban a ceder suavemente entre las tensiones impuestas. Los Plateados ya no discutían o el comedor se resguardaba en un silencio asfixiante.

—No me había imaginado jamás que Fosten pudiera ser una región rebelde de Crystalmond —comentó Solstice, impresionada por lo que las mellizas le decían—. ¿Todos allí son astrómanos? ¿La Corte de Escarcha no los rechaza por eso?

—Sí lo hace, pero por muchos conflictos que surjan, seguimos siendo valiosos —respondió Nyx—. Traemos un toque de tecnología a este pequeño pueblo vulnerable, con sus casas de cartón y sus calles de barro.

Enoran asimiló la información acerca de los demás plateados como si estuviera añadiendo páginas a un libro de datos en su mente. Nyx y Vera provenían de Fosten, una isla plagada de conflictos con la corona, y demostraban una destreza impresionante en el manejo de autómatas y la magia aplicada al metal.

Vera parecía ser como un escarabajo que corretea por la habitación, siempre con una melodía en los labios y completamente inmersa en su propio mundo. Por otro lado, Nyx encarnaba la antítesis del caos, mostrando una mente metódica, precisa y analítica. Enoran no pasó por alto detalles como sus ajustes cuidadosos a los engranajes por motivos de seguridad o las sonrisas vagas que esbozaba cuando Vera realizaba algo absurdo.

Solstice, por su parte, se asemejaba a lo que en Modra llamarían "carnada fácil". No era una persona tonta, pero tendía a confiar en la bondad intrínseca de los demás y colocaba la magia en un pedestal, viéndola como un arte en su máxima expresión. Enoran pudo descifrar que su personalidad aparentemente reservada era solo una fachada, mantenía el teatro en su piel sonriéndole a los guardias para conseguir algo o mintiendo con ingenuidad aún cuando ya sabía la respuesta.

Zephyr, quien movía los dedos en el otro extremo de la mesa como si siguiera con ellos el sonido de un piano invisible, ante Enoran era un completo idiota, pero eso no dejaba a un costado su enigmatica aura. Tenía una personalidad meticulosa y obsesiva con sus artes. Al mismo tiempo, mantenía un lado oscuro y retorcido. Enoran apenas había tenido la oportunidad de atisbar pequeños fragmentos de las interpretaciones de Zephyr, sin embargo, la conclusión llegó velozmente: aquellas ejecuciones eran tan hipnóticas como inquietantes. Un perfeccionista obsesivo; el único individuo que Enoran sentía realmente incapaz de entender en su totalidad.

Sin embargo... También estaba Rigel.

Enoran apretó los labios al recordar que tendría que enfrentarse nuevamente al príncipe esa misma tarde.

—Nobles plateados. —El llamado de atención de Cicely tejió un hilo de silencio en el comedor—. Ahora que todos los presentes están trabajando con un miembro de la Corte Real y mejorando sus objetivos, dedicación y formación... Hemos considerado prudente presentarlos formalmente ante la Corte, pues no todos están familiarizados con los cinco integrantes que los guían con devoción.

El hijo de la Escarcha [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora