IV ❆ «Los Plateados»

764 135 200
                                    

Las calles heladas del Boulevard de los Arces se convirtieron en un punto de encuentro cuando el sol, exhausto, se recostó una vez más en su lecho celeste. Los escasos rayos, en un postrer esfuerzo por aferrarse a la tierra, se deslizaron sobre la nieve apilada y las hojas cristalinas de un árbol inmutable, negándose a soltar ninguna de sus preciadas joyas blancas.

—Insisto en lo absurdo que fue todo —comentó Noise, dibujando en la nieve con un palo mientras Enoran guardaba las cosas de la tienda nuevamente en sus bolsos.

—Mientras más vueltas le das, más te mareas —respondió en medio de un suspiro—. Déjalo ahí, no pienses sus razones porque es imposible entender una mente tan alejada a la nuestra. Concéntrate en nuestro plan y mantén los ojos abiertos, es todo.

Noise partió la rama en dos y lanzó los pedazos con frustración hacia un costado.

—Detesto cuando me obligas a dejar de sobrepensar. ¿Duermes tan tranquilo por las noches? Rigel, tu pesadilla personificada, se presentó ante tí con toda la actitud de un bandido cualquiera de los suburbios de Modra y te pidió que te escondas de su propia especie de millonarios nacidos en cunas de oro. ¿No te hace ruido? Haces dibujitos en la piel, Enoran. ¿Por qué sería tan fácil para ti llegar a formar parte de la agrupación de Los Plateados?

Enoran le echó una mirada de reproche sobre su hombro y Noise tapó su boca con sus manos como si acabara de decir una grosería en la iglesia. El más alto se limitó a rodar los ojos y volver a lo suyo.

—¿Se te quemarán los labios si alguna vez halagas mis habilidades? —preguntó Enoran y Noise lanzó su cuerpo sobre unas cajas con un suspiro de autorreproche.

—No es que seas malo en lo que haces, es solo que...

—Hay mejores —completó Enoran.

—Tú definitivamente estás en lo alto —agregó Noise con un dedo señalando el cielo.

—Detente ya, estás pasando vergüenza.

—Vamos, niño dibujitos. Eres entretenido y tu aspecto te juega a favor. —Enoran volvió a negar con su cabeza en medio de un suspiro—. Pero también es verdad que tu fuerte como astrómano nunca fue el entrenamiento global. Tú manipulas de a uno. Revives, debilitas.

—No cuando es innecesario —respondió como si realmente se sintiera atacado por esas palabras.

—Habiendo crecido solo en Modra, siempre te fue necesario. No creo que sea motivo de vergüenza, es pura supervivencia. Pero solo muestras marcas de la piel y cómo mucho limpias un poco la mente.

—No son las marcas lo importante, son los sentimientos que causan. El papel que juega el soporte de la nostalgia que siempre lo acompaña y lo humano que los hago sentir cuando el mundo ya lleva años sin detenerse en lo carne y hueso.

—Los muestras débiles —completó Noise con los ojos entornados—. ¿Eso es lo entretenido?

—Los muestro sinceros, y en un mundo que se construyó sobre los cimientos de la mentira y el engaño, Noise... Creeme que se valora la transparencia.

Noise guardó silencio y se dio la vuelta en busca de algo más entretenido. El frío se aferró a los labios de Enoran, quien luchó por contener los pensamientos que surgían con impulso y orgullo. Rigel sin duda tenía un plan en mente, pero al sentir el dolor en sus dedos, Enoran se recordó a sí mismo que su objetivo principal era prioritario. La defensa podía esperar. Ya llevaba años detrás de un escudo, después de todo.

Enoran observó el festival como un relegado espectador en la última fila, huyendo de la luz del escenario, apenas entendiendo la obra y asegurándose de ser el primero en salir por la puerta al final de la misma.

El hijo de la Escarcha [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora