VI ❆ «Una sombra blanca»

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A pesar de que existían dos posibles sitios para entrenar, al día siguiente Enoran se encontró en el salón interior junto a los otros cuatro Plateados. Las temperaturas exteriores apenas sobrepasaban la línea del punto de congelación, y ninguno de ellos sentía mucho ánimo por perder la sensibilidad en los dedos o cargar los bolsillos con pañuelos.

El desayuno fue una improvisación por parte de la Corte Real, quienes parecían aún no haber decidido si merecían sentarse en la mesa con los más cercanos al trono o con aquellos que preparan el pan que luego ellos consumen. Los Plateados constituían una agrupación de nobles, elegidos personalmente por el príncipe a coronar, pero también eran Astrómanos y, en consecuencia, se consideraban el principal antagonista de esa misma corona.

Rigel realmente debía tener una justificación sólida para haber provocado tal desorden dentro del castillo.

—¿Solo vamos a ignorarlo? —inquirió Nyx mientras examinaba las elegantes herramientas que les habían ofrecido para usar; ninguna de ellas afilada, para ser precisos—. No nos escupen porque su saliva seguro vale lo mismo que estas inútiles herramientas. ¿Qué se supone que esta cosa? ¿Y los destornilladores?

—¿Tienes una idea mejor? —respondió Solstice, masajeando sus manos—. Fue un logro que nos abrieran las puertas en primer lugar.

—Tú no aspiras a mucho, ¿no es así?

—¿Pueden discutirlo en otra parte? —Zephyr miraba el piano en una esquina como si fuera una exposición de arte, con los brazos cruzados y sin tocarlo en absoluto—. Necesito el silencio para esto.

—¿Cómo funciona? —preguntó Vera, inclinando la cabeza justo en el campo de visión de Zephyr y el piano. Enoran esbozó una sonrisa al escucharlo suspirar—. ¿Piensas en una melodía y simplemente un espíritu la toca? ¿Puedo hacer un pedido?

—No es tan sencillo, criatura.

Nyx apuntó hacia él con algo que parecía una pinza, y una clara expresión de desaprobación en su rostro.

—Repite eso y te extraeré tus órganos a través de la boca.

—¿Es realmente necesario llevarlo a ese extremo? —intervino Solstice ante la amenaza.

Vera soltó una risa y tomó asiento en el piano bajo otro suspiro de Zephyr.

—Mis disculpas, señor fantasma... —Vera apoyó su cabeza en las teclas mientras miraba un espacio vacío, permitiendo que sus trenzas se esparcieran sobre ellas con fatiga—. ¿El director de orquesta es siempre tan aburrido?

—He cometido un error al creer que lo más desafiante en esto sería satisfacer los gustos de un príncipe que apenas tiene presencia, pero definitivamente son ustedes. ¿Puedes molestar a otro de los Plateados? Estoy seguro de que Enoran adorará tus fantasiosas charlas.

El susodicho alzó la mirada ante la mención de su nombre, todavía luchaba por envolver sus manos en vendajes sin dejar escapar ninguna expresión de dolor. Sus articulaciones se sentían exhaustas.

—¿Tienes algún tipo de obsesión conmigo? —preguntó Enoran apoyando sus antebrazos en sus piernas y viendo a Zephyr con cierta diversión.

—Llámalo curiosidad, no puedes juzgarme. —Enoran ladeó la cabeza y un mechón de su cabello le cubrió parte de su aspecto confundido.

—De hecho, eso es precisamente lo que estoy haciendo.

—Has pronunciado dos, tal vez tres oraciones desde que llegaste y ninguno de nosotros ha presenciado tu espectáculo. ¿Qué haces en realidad, Lord Omen?

—¿Cambiará tu vida la respuesta de esa pregunta?

—Podría ser, quién sabe. ¿Es acaso demasiado complicado responderla?

El hijo de la Escarcha [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora