Volcán

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Le tocaba la clase de psicología, que no era precisamente una de sus materias favoritas. Le parecía arrogante el hecho de que todo en la vida tenía que ser tan estructurado. ¿Cuál era la manía de la sociedad de buscarle una sola explicación a todo y encasillarla como la única respuesta? ¿Quién define los parámetros de la normalidad? ¿Por qué lo que dicen un par de humanos con un título en un trozo de cartón es ley? En ocasiones decían algo interesante e inteligente, pero solía diverger con ellos más a menudo. Y sin contar lo que pensaba de los comentarios de sus compañeras: si bien coincidía con algunas, a la mitad de una oración que iba tan bien, se tropiezan y dicen algo estúpido. Pero bueno, está en la naturaleza humana el no mirar más allá del horizonte, los que se atreven y lo hacen, mueren quemados en la hoguera, colgados en la horca o despreciados por la sociedad.
Que envidia les tengo a los que se atrevieron a salir de ese cajón succionador de almas y adormecedor de pensamientos y se salvaron, supieron subsistir a expensas de ese jarabe de ignorancia del que se alimenta la sociedad y volaron como espíritus libres... pero yo, ¿qué soy? ¿soy un espíritu luchador con ansias de volar libre? ¿o soy una más de los bebedores del jarabe de la ignorancia? ¿quién soy? Todavía no lo he descubierto y dudo mucho que estas clases me ayuden y menos que me guien en mi búsqueda de una respuesta. Si ya es difícil conocer a los demás y al mundo que nos rodea, imagínense conocerse a sí mismo... conocerse a sí mismo... conocerse a sí mismo... ¿me conozco? ¿tengo claro quién soy? Uno jura de rodillas que lo sabe, y cuando le preguntas te responden con su nombre completo, su fecha de nacimiento, el nombre de sus padres, te mencionan sus gustos, intereses, sueños, miedos... como si todo esto fueras tú, como si un nombre o una fecha o un color te describieran, pero no, no saben ver más allá del horizonte, más allá de lo superficial, más allá de lo que dicta la sociedad, y ahí topamos de nuevo con el jarabe de la ignorancia, ese jarabe que te hace responder con estas palabras, estas claves; no sabes responder a una pregunta tan corta y precisa como ¿quién eres?, y sabes por qué: porque NO SABES QUIÉN ERES, así de simple; ves a esta pregunta como algo tan fácil, tan corriente, tan innecesaria y banal, pero como no ves más allá de la pregunta, más allá de las palabras, más allá de lo que la sociedad te enseñó que respondieras, no sabes que decir y te ves disminuido, vulnerable, tan pequeño en un mundo que es más amplio de lo que se te deja y quieres ver, pero como no eres un espíritu libre, no porque no quieras, sino porque no te atreves o no te dejan volar, o ambas o ninguna, anda a saber que te detiene, jamás lo conocerás, y eso amigo mío, me parte el corazón.
La clase fluía con normalidad, sus compañeras participaban sin ditraerla y la profesora tampoco molestaba con preguntas al azar (una de las ventajas que tenía), lo que facilitó que se concentrara en sus propias reflexiones, las que emanaban de su cerebro, corazón y alma como la lava, el humo y la ceniza emergían y emanaban de un volcán.

Al filo del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora