C A P Í T U L O 1 4

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El martes me pasé el día llorando, lo hacía en el baño, o en la biblioteca, alejada del resto. Mientras todos hablaban de lo increíble que había sido la fiesta, en mi cabeza sonaba una canción triste y decepcionante.

Estaba decepcionada de mí. ¿Por qué lloraría por él? ¡Ni siquiera estaba enamorada! Sólo había sido un beso.

Me decía: Sofía tienes que reaccionar.

Pero no lo lograba.

El miércoles me sentía mejor, pero la idea de salir al balcón me parecía una amenaza a mi propia integridad, así que no lo hice.

El jueves volví a sentirme cómo el martes, y el viernes ni siquiera me sentí feliz de que terminara la semana.

El fin de semana trabajé con normalidad, aunque un poco más distraída que de costumbre, incluso Rebeca notó mi extraño comportamiento y sugirió quedar algún día de la semana para hablar, ya me había perdonado por haberla llevado borracha a casa, o eso parecía.

Me acordé del concierto de Aaron. Él me había invitado. ¿Quién iba a decir que dos días después se comportaría como un cretino?

La otra semana fue completamente de estudios y pruebas, Laroi y Javier no se despegaron de mí en ningún momento, puesto que yo había estudiado demasiado y ellos necesitaban aclaraciones, y cuándo el viernes llegó otra vez ya por mi mente no pasaban esos aterradores ojos azules y esos labios de ensueño.

Estaba feliz por qué había aprobado, y ya estaba en último curso. Aunque pensar en la universidad me revolvía el estómago.

Mi madre y yo lo celebramos yendo a cenar a un restaurante chino, luego fuimos al teatro y la pasamos fenomenal.

Me hizo olvidar lo mal que lo había pasado los últimos días, culpándome por haber caído ante los encantos de mi vecino nefasto y su perfecta apariencia que sólo ocultaba lo despreciable que era.

No había vuelto a verle, de hecho, creía que no estaba en casa, Amy ya no se encontraba en el balcón, se había ido sin despedirse de mí, eso me causaba un pequeño dolor en el corazón, al final le había tomado cariño a ese perra gruñona.

Pero volviendo a mi vecino, al parecer estaba de viaje.

Yo estaba feliz, porque últimamente había pasado más tiempo en mi balcón que en cualquier otro lugar. Volví a poner música y hacer todo el ruido que quería.

Incluso limpié mi habitación.

Karen había estado molestándome los últimos días, por qué Aaron no contestaba a ninguno de sus mensajes, y yo acabé contándole todo lo que había pasado, por qué no quería que mi mejor amiga pasara la misma tortura por la que yo estaba pasando. Aunque quizás ella no se lo tomaba tan a pecho como yo.

Al final ella coincidió en que era un idiota que debería ser quemado en una hoguera.

Bueno quizás estoy exagerando otra vez.

—No es tan grave como crees. —musitó Karen, sirviendo café en dos tazas completamente blancas—. Sólo fue un beso. Malo hubiese sido sí te hubieses acostado con él.

Esos besos fueron tan intensos que se podía considerar que le había dado mi virginidad a ese idiota.

—Igual estuvo mal. —murmuré—. Él fue quién me besó primero, las dos veces, y aunque yo me había negado, insistió. Sólo para después decirme que no quería nada conmigo.

Pensar en eso sólo me ponía de mal humor, era mejor cambiar de tema antes de que la melancolía volviera a surgir dentro de mí.

—¿Y tú querías una relación con él?

El Chico Del Balcón Vecino © REESCRIBIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora