C A P Í T U L O 2 5

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A dos días de mi cumpleaños, los planes e ideas absurdas se tanteaban entre mi familia y mis escasos amigos y... Aaron.
No tenía idea de que haría, pero definitivamente no iba a dar una fiesta, me parecía excesivo.

Estaba sopesando la idea de invitar a Rebeca, Javi, Laroi y los chicos de la banda a un bar, eso sería en la noche pues el día lo pasaría con mi familia, Rebeca y Aaron, sólo las personas más cercanas.

Karen ha quedado fuera de esas personas, lastimosamente.

Alrededor de las cinco de la tarde escuché el sonido de la puerta y pensé que se trataría de algún vecino o de mamá que había perdido las llaves, por qué sinceramente, rara era la vez que alguien nos visitaba y claro que no jugué con la idea de que se tratara de alguien conocido.

Me llevé una sorpresa.

Eran Karen y Rebeca, ambas portando una sonrisa brillante y cabellos impecables.

Me sentí un poco en ridículo frente a ellas pero ese no era el tema.

Me parecía normal que Rebe me visitara, después de todo ella ha estado muy pendiente de mí los últimos días y hemos consolidado nuestra pequeña amistad.

Sin embargo, Karen...

Karen pasó de mi cara y ni siquiera me llamó para preguntarme si estaba bien, esperaba que tuviese una buena razón, pero a menos que me dijera que la abdujo un alien o que su teléfono fue raptado por la CIA y qué ella estuvo en prisión por qué en realidad era una hacker codiciada, no la iba a perdonar.

—Hola guapa. —aludió la morena colocándose los lentes de sol sobre la cabeza mientras abordaba mi apartamento con confianza, la cuál ya existía.

En este momento de mi vida considero que Rebeca ya se ha ganado el título de mejor amiga, y Karen lo ha pisoteado.

—Sof...

—Hola Rebe. —respondí a la morena y la saludé en la mejilla antes de mover mi cuerpo para que ella se abriera paso a la sala.

Karen se quedó mirándome con un poco de arrepentimiento en su mirada y mordía su labio inferior con nerviosismo.

Llevaba puesta ropa que nunca antes le había visto, era de marca, se notaba la calidad de la tela del conjunto que lucía con orgullo.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné, con un tono áspero, gélido, no iba a ser amable con ella hasta que no me diera una explicación de su comportamiento.

Me crucé de brazos para reafirmar mi postura inquebrantable.

—Lo siento, no sabía que habías tenido un accidente, he estado tan líada con la universidad que-

La detuve con una sonrisa sarcástica bailando en la comisura de mis labios.

—Te escribí un WhatsApp, y me dejaste en visto.

—Puedo explicarlo.

—Quiero ver cómo lo haces.

—¿Puedo entrar? —levantó una ceja, duditatiba.

Yo suspiré y le abrí paso, blanqueando los ojos.

Karen bajó la mirada al ver a Rebeca, quién estaba muy relajada en el sofá de la sala, sin zapatos y con los pies sobre el brazo del mueble.

—¿Vemos una peli? —preguntó, inocentemente.

Ella sabía lo que había ocurrido con Karen, no era un secreto, su única intención era restar tensión al momento, pero fracasó.

—Vamos a conversar. Vuelvo enseguida. —contesté.

Ella lo entendió y me miró, cómo tratando de decirme que no fuera muy dura con Karen.

El Chico Del Balcón Vecino © REESCRIBIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora