C A P Í T U L O 2 1

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En la mañana ayudé a mi madre en la tienda, bueno, lo que restaba de la mañana, puesto que Aaron se fue casi a las nueve de mi casa y en lo que me arreglé y llegué al local ya eran alrededor de las diez.

Mientras reponía productos y atendía a los clientes estaba pensando en que realmente no conocía a Aaron.

Sólo sabía que era mayor, que era pijo, que tenía una hermana, una banda, un bar y algunos amigos chungos.

Sólo conocía su fachada. ¿Qué había detrás de ese chico tatuado que lucía tan perfecto?

Debía descubrirlo.

Mi madre me sacó de mis pensamientos mandándome a venderle un kilo de harina a una señora con un gorro rosado.

La anciana me sonrió cuando le despaché el producto y se fue lentamente.

Mi madre comenzó a hablar acerca de mi cumpleaños, faltaban sólo unos días para eso y según ella había que preparar una fiesta.

Yo le dije que no quería una fiesta, con cortar una tarta en su compañía y cantar feliz cumpleaños (muy a mi pesar) bastaba.

Pero ella insistió en que ya había hablado con Juan (el cuál se había vuelto más cercano a ella en estos días) y este le había dicho que podía prepararme una fiesta en el bar.

Osea, en el bar de Aaron.

Últimamente todo lo que se mueve tiene que ver con ese hombre que me tiene alucinando.

Suspiré derrotada. Al final no iba a poder hacer nada en contra de su decisión. Ella estaba feliz y me dijo que hiciera una lista de invitados.

Mis únicas amigas eran Karen y Rebeca. A Laroi y Javi podía considerarlos conocidos. E igual podía invitar a Dante y a Félix. Y Aaron de paso.

Aunque él no necesitaba una invitación, era su bar, él entraba y salía cuando le diera la regalada gana.

¿Debía invitarlo?

Pensé en eso mientras caminaba de regreso a casa y no me dí cuenta de que había chocado con la espalda de una persona que se giró y me miró demasiado sorprendido.

—¡Vaya! Sofía.

Joder, que casualidad encontrarme a Martín y a su amigo rapado en medio de la calle.

Había chocado con el primero, que se había detenido de repente por razones desconocidas.

—Hola Martín. —lo saludé desganada. Oficialmente este tipo no me agradaba.

—Qué tal tronca... —me saludó con un abrazo que hubiese preferido evitar. Al parecer Martín había olvidado la advertencia explícita de Aaron de no acercarse a mí persona. O quizás no le tenía miedo.

Me voy más por la primera opción. Lo ví temblar el día del botellón cuando Aaron le amenazó.

Su amigo fue más discreto y sólo me sonrió. ¿Cómo era su nombre?

¿Toni? Sí. Creo que se llamaba así.

Estábamos frente a una cafetería y estaba segura que me invitarían a tomar algo. Tendría que rechazarlos, y eso era todo un reto.

—Íbamos a entrar... —Toni señaló el local—. Sí quieres nos puedes acompañar.

Los miré simultáneamente, quería negarme e irme, pero sus caras particularmente amables me hicieron dudar.

Misteriosamente se veían diferentes, un poco más... ¿Limpios? Quiero decir que no parecía que iban colocados cómo siempre.

—Tengo prisa. Otro día. —inventé una excusa pero Martín no tenía intenciones de dejarme ir.

El Chico Del Balcón Vecino © REESCRIBIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora