Mis razones para mentir

Una pizca de dulzor

- Te juro que mis intenciones no son sanas - me susurro al oído, sin soltar mis muñecas.

- ¿En serio? - sonreí.

- Sí - acepto -. Bien, Alec... ¡Tienes siete segundos para ir a prepararme un vaso con soda!

Me soltó. Corrí lo más rápido hacía la cocina y abrí el refrigerador, exclamando:

- ¿Cómo mierda crees que haré esto?

- Cuatro.

- Mierda.

Tome la soda y serví un vaso. Lo llené hasta llegar a los tres cuartos y corrí hacía Ciro.

- ¡Siete!

- ¡Llegué!

- Jm. Solo porque me caes bien te la dejaré pasar - intento tomar el vaso, pero se lo negué.

- Llegué a tiempo. Gane sin trampas ni por compasión.

- Vale, vale... - y bebió el contenido. - Mi turno.

- Jmmm... ¿Qué te puedo hacer para castigarte?

- No darme amor, ¿no? - sonrió con burla.

- ¿Amor de comida o el otro amor?

Ciro enseño sus dientes en una hermosa sonrisa: - Ambas.

Mi corazón se aceleró.

¡Basta, Alec! Son solo bromas muy gays... son normales... entre los amigos.

- Uy - me limité a decir -. Ciro está necesitado.

- No lo estoy - rió -. Sólo fue una broma.

- Lo sé.

- ¿Y bien?

- Hm... Tienes siete segundos para... Colocarte tu corbata y la chaqueta, ah, y que queden decentes.

- Bien - acepto.

- En tres... dos... uno... ¡Ya!

Ciro corrió hacía el perchero cerca de la puerta de entrada. Tomo su chaqueta y se la coloco y ordeno su camisa: - ¿Y mi corbata?

- Jm. No sé, ¿dónde podría estar? - sonreí con burla.

Ciro me lanzó una mirada.

- Cinco... - conté.

Corrió hacía mi. Se lanzó encima, estuvimos muy cerca del otro. Conté los segundos respirando su aroma.

Me quito la corbata y se la coloco, ajustándola.

- ¡Listo! - anunció.

Perplejo, repuse: - Tardaste.

- No se vale, tú la tenías... - frunció los labios.

- Pero no me negué cuándo me la quitaste - alcé las manos, junto una sonrisa ladeada.

Suspiro: - Está bien. Perdí.

- Excelente.

- ¿Y ahora qué?

- Tendrás que pagar por fallar.

- ¿Y qué me harás?

Qué no te haría...