Apuñaladas

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— Anthony era mi único hermano — susurre en su pecho —. Él murió en un accidente. Pero... no es sólo eso lo que me atormenta, sino en todo lo que se llevo de mi cuándo partió. 

Ciro escuchaba lo que decía sin interrumpir. 

— Yo... yo... estaba enamorado de él. 

Levanté la mirada. Los ojos de Ciro se apagaron. 

— Pero... 

Ciro giró su rostro, observando la nada. 

— Ciro, no quería dañarte al decir eso. Yo... 

— Tranquilo — dijo suavemente —. No me has dañado, estoy bien. Pero no quiero que me cuentes algo que te destroza cada vez que abres la boca. Eso no lo puedo soportar. Yo te amo, y sé que tú también lo haces. Mi deber es hacerte feliz, no obligarte a hundirte. 

Quería proseguir a contarle el resto de la historia, pero no lo logré. Lloré, lloré un montón. Cuándo por fin logré calmarme entre los brazos de Ciro, le susurre: 

— Te amo, te amo mucho... 

Ciro tomo mi rostro entre sus manos y me besó con cuidado, de a poco y cortos besos. 

— Te amo... — decía, y me besaba. 

— Yo también —susurraba en mis labios. 

Ciro me cubrió con su cuerpo. Él encima mío, protegiéndome. Empecé a desabrochar su camisa. Toqué su abdomen. 

— Alec —jadeo.

Mis manos se dirigieron a su pantalón, pero sus manos me detuvieron. 

— ¿Estás seguro de esto?

— Lo estoy. 

— Está bien. 

No sé como puedo describirles esa sensación que tuve al ser aceptado, pero estuvo bien. Ciro me dejo colocarme encima suyo, me senté en su abdomen. 

Ciro sonrió. Se quito la camisa por completo y me observo. Sonrió como siempre y me beso. Sus manos se pegaron en mi cintura, quintandome la polera. Beso mi cuello y acaricio mi pecho. 

— Ciro — gemí. 

Eche la cabeza hacia atrás, dejandole recorrer mi torso. Sentía sus labios besar mi piel. Sus manos. Dios, Ciro sabia muy bien lo que hacia. 

Nuevamente quede bajo su cuerpo, sumergido en la excitación de ese momento. Me quito los pantalones junto mis boxers. 

— ¿Has tenido alguna experiencia en esto? —murmuré.

— ¿De tener sexo? Sí. ¿De hacerlo con un hombre? No. 

—  ¿Entonces esto contaría como tu primera vez? — bromee. 

— Puede que si. Puede que no, ¿quién sabe? Aún siendo un inexperto podría sorprenderte.  

— Sorprendeme.

Ciro sonrió: — Con gusto. 

Cuando supe que Ciro se había desnudado por completo una corriente eléctrica recorrió mi  espina dorsal. Los labios de Ciro rozaba mi cuello, bajo el mentón. 

Mi respiración se alteraba cada vez que Ciro me tocaba, por cada roce, por cada beso en mis labios. Sentí algo golpeando mi parte baja, algo con deseo en entrar en mi. 

— C-Ciro... — gemí. 

Me observo fijamente, jadeante. Fue cuando empecé a sentir como entraba en mi, lento, pero seguro. Quería decirle un simple "Estoy bien, no me mires como si no lo estuviera", pero lo único que emitía eran gemidos o jadeos, ni una sola palabra más. 

Mis razones para mentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora