Mientras viva

5.8K 679 48
                                    

No dejaba de explicarme cada cuadro con entusiasmo. En verdad se notaba lo aficionado que era respecto al arte.

Me recuerda a mi hermano.

—Te invito el almuerzo—dijo.

—Bien, si tú quieres—contesté. Él sonrió.

Me guio por las afueras de la exposición. No duramos muchos minutos caminando para llegar al restaurante con aspecto de ser muy costoso.

— ¿Estás seguro de esto? —Pregunté—Pareciera que quedaras en bancarrota si comemos aquí.

Ciro rió.

—No te preocupes, estamos bien. Un buen amigo es el dueño del restaurante—respondió.

Asentí levemente. Al pasar por los largos pasillos me empecé a sentir algo incomodo, no estaba nada acostumbrado a este tipo de lugares. Un hombre se nos acercó cuando llegamos a un salón, el cual empezó una amistosa charla con Ciro.

«Que raro suena decir su nombre... Ciro»

«C-I-R-O»

—Ciro —dije en voz alta sin darme cuenta.

—¿Si?— volteo hacía mí.

«Mierda»

—Nada, ya se me olvidó—conteste, observando a otro lugar.

—¿Memoria a corto plazo? Hm, bien. Vamos a sentarnos.

—Por aquí —Dijo el hombre junto una amable sonrisa. Una vez ya instalados pedimos nuestra comida y el camarero se fue.

—¿Y bien?

—¿Bien qué?—respondió.

—¿Por qué me invitaste?

—Solo quería conocer un poco más a mi acosador y ser buena persona —sonrió de lado.

—Esta es la tercera vez que te digo: ¡No te estoy acosando!

—Sssh— susurró—. Es malo mentir, niño.

  — No estoy mintiendo...  

—Tu voz suena dudosa— Sonrió juguetón. 

—No es eso...— dije, algo nervioso.

—¿Ahora te sonrojas? —  Me interrumpió. Apreté mis rodillas con mis manos y baje la mirada, haciendo que mi flequillo rubio cubriera mi rostro— Oh. Vamos, Alec. Pareces un cachorro abandonado.

—Cállate —dije, alzando la vista de golpe—, sólo cállate. Y no me digas así.

—Ahora el cachorro enseño los dientes, qué interesante —apoyó su mentón en la palma de su mano, sin quitarme la mirada —¿Ahora me morderás?

—¿A qué te refieres?— pregunté, confundido.

—Olvídalo. Ahí viene nuestra comida— dijo, señalando al camarero con su pulgar levemente.

Silencio

Mucho

Silencio.

—Y...

—¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti?—me interrumpió.

—No hay mucho que contar sobre mí.

—Todos tienen algo que contar, todos tenemos una historia.

— Digamos que soy una pequeña excepción...

—¿No vives con alguien? Siempre te veo solo — dijo, jugueteando con sus verduras.

—Vivo solo— respondí—, pero antes vivía con mi hermano.

—¿Y dónde está ahora?

«En el cielo, digo yo...»

—Se fue a estudiar a otro país.

—¿Y qué harás tú?

—No tengo nada que hacer.

—¿No deberías estar estudiando alguna carrera? Tienes diecinueve.

—No tengo intención de hacerlo— interrumpí.

  — Okey...  

—Además, tengo el suficiente dinero para sobrevivir.

«Mientras viva»

—¿Y tú? —Dije en un pequeño intento para desviar la atención en mí.

—Trabajo en una oficina, nada importante. También practico para ser artista.

—¿Artista? ¿no crees que pierdes tu tiempo?

—No —sonrió—, no lo pierdo. Al contrario, cada segundo cuenta, y no me arrepiento de nada.

Y así es como seguimos charlando por un tiempo. Debo admitir que me simpatizaba.

Pero nada me hará olvidar el sufrimiento que tengo.


Mis razones para mentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora