Jugáremos

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El primer día se inundó en silencio y soledad, cómo siempre fue mi vida.

Los labios de Ciro seguían tatuados en los míos como si hubiese pasado hace solo unos miseros segundos, cálidos y suaves. Me pasé el día rozándolos con la punta de mis dedos, intentado capturar la esencia y momento del acto.

Nada funciono.

El segundo día sentí la necesidad de no levantarme de la cama. No fue por cansancio o tristeza, sólo no quise hacerlo.

El tercer día me sentía ligero, no sé el por qué. Pero fue confortante. Me había levantado para tomar un baño y comer algo. Me preparaba un café para conservar el calor de esa mañana fría. Cuándo sentí unas manos rodeando mi cintura y un calor en mi espalda.

- Hola, ¿cómo estás? - susurraron en mi oído.

- Bien - conteste. Mi corazón saltó de alegría. - ¿Y tú, Ciro?

- Algo estresado, pero bien - se separo de mi. - Aunque eso ya no importa.

- Claro - me giré y ahí estaba.

Sonreí.

- ¿Qué? - río - Te ves muy animado, eso no es normal.

Me reí. Pase mi mano por mi cabello y respondí: - Perdón, es que me sorprendiste.

- Esa era la idea.

Ciro dejó su chaqueta en el perchero y se fue a sentar al sofá.

- ¿Vienes?

- Sí, sí. - dije rápidamente al notar que no quitaba mi cara de enamorado de él. Me gire a tomar mi taza de café.

Me encamine a su lado, sentándome.

- ¿Y qué me dices? ¿Nada nuevo? - preguntó.

- Nada. Lo mismo de siempre.

- No saliste de casa, ¿no?

- No.

- ¿Por qué? ¿No tienes nada más que hacer?

- Soy un marginado de mierda - reí.

- Eres una buena persona. La gente te recibiría con los brazos abiertos si tú deseas.

- Prefiero estar como estoy.

- ¿Solo conmigo?

- Sólo contigo - repetí.

Lo observé. Él cruzó nuestras miradas y se acercó a mi.

- Me parece - susurró en mi oído.

Busque sus labios.

Ciro fijó su mirada en mí. Perdido en sus ojos y deseoso de sus labios... Él giro nuevamente su mirada, tomó la taza de café de mis manos y bebió un poco, apoyándose de nuevo en el sofá.

- Perdón, no he tomado desayuno éste día - se excusó.

Sentí como mis mejillas se sonrojaron, de forma que quemaba. Estaba avergonzado.

Apreté los dientes.

- Idiota - masculle.

- Lo sé - sonrió, para después reír.

...

Ambos nos observamos mutuamente, con un vaso pequeño en mano.

- Yo nunca, nunca, he hecho el ridículo en la calle - dijo él. Intercambiamos miradas y bebió el contenido de su vaso. -. Y no me arrepiento.

- No quiero saber - Sonreí.

- Te toca.

- Yo nunca, nunca, he besado a un desconocido o desconocida.

Ciro río por lo bajo. Ambos bebimos: - ¿Tú? Ya, ¿a quién?

- En mi escuela me retaron a besar a una chica.

- ¿Era linda?

- Un poco.

- Entonces ¿para qué quejarse?

- Bueno, la cosa es que soy gay. Así que no me gusto.

Ciro no respondió. Pero sonrió.

- ¿Gay hace cuánto?

- Creo que... Hace seis años.

- Bastante.

- Sí...

- Bueno - se levantó de el sillón -, creo que hemos bebido mucho por hoy.

- Aún sigo consiente.

- Y te prefiero así - entró a la cocina.

- Claro, claro...

Me levante del sofá y fui tras él. Al entrar a la cocina él hablaba por teléfono animadamente.

Saque un paquete de galletas y empecé a comerme una, observándolo.

- Sí, pero tendríamos que cambiar todo lo que hemos hecho - escuchó -. Jm, bien..
Lo veremos mañana, ¿Está bien? Ok. Adiós.

Corto la llamada.

- ¿Trabajo? - pregunté.

- Lamentablemente.

- Qué pena - bromeé.

Ciro suspiro.

- Ya no importa - se acercó. -. Ya nada importa.

Trague mi galleta.

- Ciro.

- ¿Sí?

- ¿Tienes hambre? - aventuré.

- Si es de ti, puede que un poco.

Mordí mi labio inferior.

- Si supieras cuanto yo de ti - susurre.

Ciro rozó nuestros labios.

- Déjame quitártelo.

Al principió fue lento, pero cuando sentí sus manos tocando mi cintura el beso se volvió más apasionante. Mi mano derecha se pozo en la nuca de él, acercándolo más a mi. Pero... cuando sentí nuestros cuerpos juntos fue cuando me di cuenta que esto era real.

Yo estaba enamorado de Ciro.

Ciro me estaba dando una oportunidad.

Él podría ser mío.

Mis razones para mentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora