Aun en estas circustancias

8.1K 740 133
                                    

Solo han trascurrido tres semanas y esto no puede ser cada vez peor. Me he enterado que mis padres organizaron un tipo de "Funeral" y, era de esperar, que a pesar de todas las ganas que tenía de ir, no lo hice.

Ellos me siguen odiando. ¿Por qué? Es tan fácil la respuesta: Por ser como soy, por... ser homosexual. Cuando tomé las agallas para decirles ellos no dudaron en echarme sin duda alguna.

Ya no me queda nada. No tengo familia, amigos, alguien en quien poder confiar... Estoy totalmente solo.

Nadie notaria si desaparezco ¿no?

Desaparecer. Suena tentador, pero... antes de desaparecer quiero echarle un ojo al exterior. Tomé dinero, las llaves del departamento y salí. Vague por las calles admirando los paisajes y olores que se me cruzaban, eran hermosos para mí, ya que cuando sabes que lo verás por última vez olvidas sus defectos a pesar que tenga varios. 

Grrr.

Eso tiene un solo significado: Tengo hambre, ¿No me vendría nada mal algo de comer? Claro que no. Llegué a la cafetería favorita de mi hermano, sentándome en su mesa favorita. Pedí un capucchino blanco y unas galletas de limón.

«Sus favoritas»

Al lado de mi puesto podía observar el jardín infantil, donde se encontraba su novia. Fruncí el ceño.Ella siempre obtuvo lo que yo deseaba, absolutamente todo.

Sin darme cuenta, las lágrimas no tardaron en deslizarse por mis mejillas.

—Oye, ¿estás bien? —preguntaron a mi lado. Voltee mi rostro, y así, encontrándome con un chico de unos diecinueve o veinte años.

—Eh, sí... —sequé mis lágrimas —Sólo me llegó un recuerdo, eso es todo.

—No es bueno recordar cosas tristes, niño —sonrió—. La vida es para vivirla con alegría.

—Eso intento, pero la vida es dura.

—¿Estás seguro que la vives bien? —Sin más se alejó de mi mesa y se sentó unos puestos más allá.

«Está loco» pensé.

La vida es una mierda.

La mesera atendió al hombre, lo cual terminaron en una larga charla. Mi mirada estaba puesta en él, no lograba quitarla. Una vez que tomo "Su pedido" la chica se alejo. Su mirada se cruzó con la mía.

Él me guiñó un ojo.

No pude evitar un leve sonrojo, baje la vista. Paso el tiempo, comí mis galletas y bebí mi café. Pagué la cuenta y me dispuse a largarme. Observé por ultima vez al hombre, pero ya no estaba ahí.

Suspire.

Salí de la cafetería levantando la vista al cielo, un día soleado y radiante.

—Buen día, ¿verdad, hermano? —susurré para mí mismo. Caminé nuevamente y ésta vez me dirigí a la plaza del centro. Un lugar lleno de árboles y un césped verde, un sitio con mucha vida.

«Otro lugar favorito de él»

Tras un tiempo en plena caminada, me dirigí a una banca y me senté, a pesar de que no estuviese vacía solté un largo suspiro. Escuché como el hombre que se encontraba a mi lado pasaba la página de su periódico. 

—¿Acaso me estás acosando? —preguntó el hombre sin quitar la vista de su lectura.

¿Qué?

—¿Eh? No entiendo de que me habla.

—Ya lo sabes, niño.

Oh.

—Créeme, si hubiera sabido que estabas aquí no me hubiera sentado.

—Haré que te creo.

Gruñí. El hombre guardó silencio y yo observé molesto el paisaje.

—Y... ¿Cómo te llamas? —preguntó.

—Alec—contesté sin importancia. 

—¿Edad?

—Diecinueve.

—Pareces más joven—bajo el periódico—. ¿De dónde eres?

—¿Acaso esto es una entrevista?—Pregunté, incrédulo. Dirigí mi vista hacia él. 

—Solo quiero conocer un poco a mi acosador—respondió.

— ¡No te estoy acosando! —exclamé.

—Eso desearías... — Dijo, retomando su lectura. Apreté mis labios.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté.

—Ciro— contestó.

—¿Tu edad?

—Veintiséis. ¿Algo más que quieras saber?

—No.

—¿Seguro?

—Sí —aseguré.

—Ok.

No me volvió a dirigir la palabra. Aproveché ese momento de silencio para escrutar su aspecto: Cabello negro, algo largo. Tenía una piel morena. Estructurado. Labios finos, débilmente rosados y para rematar, ojos azules, algo más oscuros de lo normal. Claramente podía caer en la categoría de chico guapo, pero eso no será suficiente para que consiga mi total atención. 

Agité mi cabeza.

—¿Estás bien? —volvió a preguntar.

—Lo estoy.

—¿Más que antes?

—Sí— Intenté desviar mi mirada de él, por lo que bajé la vista y leí el titulo del periódico: Vuelo 032 desaparecido. 

Sentí ganas de vomitar.

—¿E-ese es el diario de hace tres semanas?—pregunté, confundido.

—Lo es.

—¿Y... por qué lo lees?

—Es que hay una información que me gusta—contestó.

—¿Tanto?

—Sí. Este artículo de arte tiene muchos tips—Dijo, alzando su dedo indice y apuntando la página. Esbozó una pequeña sonrisa.

—¿Te gusta el arte? No lo parece —dije, intentando ocultar mi incomodidad. 

—Me gusta pintar y cosas así.

—Oh...

—Bueno, se me hace tarde —dijo, levantándose de la banca— . Adiós, niño.

—Adiós, idiota. Esperó verte nunca más en mi vida.

—Yo digo lo mismo— y se largó.


Mis razones para mentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora