Al día siguiente no pude evitar pensar en Ciro. En cómo nos hicimos pareja. En cómo todo empezó.
Anthony.
Todo empezó con la muerte de Anthony y mi suicidio. Sí, me iba a suicidar. Hasta que llego Ciro y arruino todo.
¿Alguna vez han pesando o hacer algo y en un simple segundo todo cambia? ¿Alguna vez creyeron que el destino o la vida algún día los trataría con justicia? Mi respuesta ante esto sería un "sí". Puede que por fin estoy saliendo hacia delante. Que por fin encontré esto que le llaman "vida".
Ciro tuvo que irse en la noche. Alrededor de las once. Desde ese momento me sentí bien, una sensación de que por fin no estoy solo en esto. Dios, estoy feliz.
Ojalá Anthony me pudiera ver así.
— ¡Es hora de que Alec abandone la cueva! —exclamó Ciro detrás de la puerta principal.
— ¿Y si Alec se niega? —le dije— ¿qué harás?
— Arrastrarlo contra su voluntad —contestó. Abrí la puerta.
Ciro vestía una camisa blanca con los primeros botones desabrochados, un pantalón negro y el cabello despeinado. Muy guapo.
— ¿No deberías ir a trabajar? —pregunté.
— Me tome el día libre. Supuestamente tengo fiebre y dolor horrible de cabeza. No se lo digas a nadie —dijo murmurando lo último mientras se acercaba a mi.
— Tranquilo. No tengo a quién decírselo de todos modos —bromee.
Beso rápidamente los labios y se dirigió al salón.
— Ve a cambiarte.
Obviamente le obedecí. Me dirigí hacia mi habitación y tome las prendas que usaría este día. Me bañe y me vestí.
— ¿Qué me harás hoy? — le pregunté cuándo abrió la puerta.
— Muchas cosas —contestó.
Trague en seco.
Salimos del departamento y del edificio.
— Alec, te presento el mundo —bromeo. Extendiendo los brazos.
Reí.
— Tengo una larga lista que debemos cumplir, si o si.
— ¿Esto es una cita? —aventure.
— ¿Lo parece? —preguntó.
— Sí, creo.
— Entonces lo es —afirmo. Extendió una mano hacia mi —¿Vamos?
Asentí.
Camine junto a Ciro por la ciudad. Hablando de cosas triviales, sin ocultar esa pizca de coqueteo peculiar y común de Ciro.
— Llegamos —Avisó—, aquí desayunaremos.
Diseño original; grande estructura y firme. Y sin olvidar el olor que hacía mi estomago gruñir de hambre. Cruzamos los pasillos hasta llegar a las mesas, sentándonos cerca de una ventana.
— ¿Qué te gustaría pedir? —preguntó sin quitarme la mirada de encima.
— No lo sé—respondí.
— ¿Quieres que pida por ti?
Lo observe fijamente, junto una sonrisa ladeada: —Sorprenderme.
Ciro se acomodo en su silla, sonriéndome.
— Esa palabra deberías guardártela para otras ocasiones.
Agradecí que en ese momento la mesera empezó a hablar con Ciro; me dió el tiempo suficiente para relajarme y quitarme el sonrojo de mi rostro. Maldito seas, Ciro.
¿Qué les puedo decir...? En todo éste día Ciro si se lucio. Después del buen desayuno de la mañana nos encaminamos a museos, restaurantes lujosos para el almuerzo y cena. Acabamos el día volviendo a mi departamento, agotados.
Rodee el cuello de Ciro con mis brazos, susurrándole: — Gracias por éste día.
— Gracias a ti—dijo, besando la punta de mi nariz—, por aparecer en mi vida.
Bese sus labios.
Ciro me dejo caer en la cama, colocándose encima mío. Volví a besarle con esa pasión que me volvía loco. Ciro me volvía loco.
Su mano izquierda acariciaba mi cintura mientras que la derecha se posaba en mi mejilla. Lo abracé con la necesidad de nunca dejarlo ir, porque era mío.
Mío.
Se podía apreciar la luz de un nuevo día por las ventanas, ese olor fresco en mis fosas nasales. Cruce el salón y me dirigí a su habitación; Ahí estaba él, durmiendo plácidamente. No podía negarme que su belleza me abrumaba, aunque él pareciera común, cómo cualquier otro chico que se me haya cruzado por la calle. Pero no, para mi Anthony era único.
Anthony dormía boca arriba. Vestía solo una camiseta de mangas cortas y un pantalón de pijama. Me acerqué a él.
Dios, lo amo tanto.
Lastima que se tenga que ir a Inglaterra.
Camine a su lado de la cama y me senté a la orilla.
Él se movió.
— Si supieras cuánto quiero besarte en éste instante... —murmuré por lo bajo.
Me acerque a su rostro y respire su aliento. Deseoso de sus labios los roce con los míos.
No.
Ojalá Anthony sintiera lo mismo por mi. Ojalá Anthony me besará con la misma ferocidad que yo deseo poseerlo. Ojalá él me hiciese suyo. Sí. Quiero que me toque, quiero sus manos acariciar mi piel y su voz gimiendo mi nombre.
Tome una parte de su pantalón y lo jale hacía abajo con cuidado de no despertarlo. Vi su miembro. Desabroche mi cinturon y mi pantalón.
— ¿Qué estás... haciendo? —preguntó Anthony.
— Y-yo... yo...
— ¿Qué? —él observo su pantalón y se lo subió— ¿Qué intentabas hacer? ¿Alec?
Recuerdo ese día en el que casi violo a Anthony. Ese día que perdí el conocimiento, abromado por la necesidad de poseer algo que no puedo conseguir, algo imposible.
— No lo hagas nunca más, Alec. —El rostro de Anthony se endureció— Ya nunca más me podrás ver o tocar. Estoy muerto, para siempre.
— ¡AHH!—grite al despertar de mi sueño, de mi pesadilla. —¡Anthony, Anthony!
Asustando, Ciro se despertó.
— ¿Qué pasó? —preguntó estrechándome entre sus brazos—Alec, fue solo una pesadilla. Relájate.
— No fue solo una pesadilla —dije—, fue algo más horrible que eso.
— ¿Quién es Anthony? —murmuró.
Fue en ese momento que estaba seguro, a pesar de ese dolor en mi pecho, estaba seguro de contarle a Ciro ese recuerdo que tanto me atormenta.
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Mis razones para mentir
Teen FictionLo sé. Entiendo que con el amor viene el dolor, pero... ¿Por qué debo amar tanto?