LYCORIS RADIATA | Xiao, el Guardián Yaksha, vive su vida de forma calmada a excepción de los momentos en donde tiene que salir a patrullar y pelear contra los demonios qué golpean Liyue desde tiempos de antaño.
Él, un ser nacido por y para la guerra...
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Las criaturas del Abismo emergieron de las profundidades. De la misma forma que hace siglos atrás, el cielo se tiñó de rojo, figuras imponentes aparecieron en lo más alto del firmamento contaminado, el pavor fue sembrando en las tierras del oro en esos momentos de crisis, donde adeptus y humanos se unieron ante una amenaza más.
Dos Yakshas, con el don del viento y el otro con el poder del fuego, salieron al frente, intentando hallar la forma de manejar la situación, a pesar de que el más joven, aquel que manipulaba las llamas, era tan joven...
Y mientras tanto, más alejados, en la frontera con la nación de la Sabiduría, una joven Yaksha de agua apareció.
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Cuando abro los ojos, lo que menos esperaba era ver el cielo y sentir el viento chocar contra mi cuerpo. No siento la sensación dura y áspera del suelo. De hecho, siento suavidad, tal sensación es tan confusa.
Mmmm...
De seguro estoy cayendo al suelo.
Suelto un suspiro, donde intento mantener la calma para así recordar las pequeñas clases de vuelo en caso de emergencia que solía llevar hace años. Mi linaje, los alados, nos caracterizamos por tener alas y sacarlas en cualquier momento. Yo no soy la excepción. De hecho, mis alas es lo que más me gusta de mí. Aunque lo malo es que están un tanto maltratadas...
Estoy con prisas, debo dejar de pensar tanto.
En menos de dos segundos, me veo a mí misma intentando volar con aquellas extremidades cubiertas de plumas blancas y puras —aunque un tanto descuidadas— que se unen a mi cuerpo gracias a mi espalda. De alguna u otra forma, dichas alas se unían a mí gracias al raro esqueleto que poseía. Mis alas tienen huesos, y estos están conectados a mi espalda. Aunque claro, puedo hacerlas desaparecer como si nada.
No quiero teorizar el por qué mi cuerpo es tan extraño.
Cuando menos lo espero, mi cuerpo cae, chocando duramente contra el suelo. Esto me dolió demasiado, a tal punto que me digno a soltar un quejido, intentando levantarme débilmente. ¿Acaso gasté tanta energía a tal punto de que mi cuerpo se haya debilitado? Lo más probable es que sí.
