LYCORIS RADIATA | Xiao, el Guardián Yaksha, vive su vida de forma calmada a excepción de los momentos en donde tiene que salir a patrullar y pelear contra los demonios qué golpean Liyue desde tiempos de antaño.
Él, un ser nacido por y para la guerra...
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Xiao mantuvo silencio, intentando digerir aquella noticia de la forma más óptima posible. Sin embargo, el shock era enorme, tanto así que sus ojos daban a relucir la sorpresa que vivía en esos momentos.
No.
No quería creerlo.
Dhanarias e Indharus no se parecía ni en lo más mínimo.
De hecho, el pequeño era pelirrojo con ojos ámbar, mientras que la Yaksha fallecida tenía el cabello azul con matices claras y los ojos claros. ¡No se parecían en nada! ¡Dhanarias estaba muerta!
Además, si es que Dhanarias fuera la madre del portador de Pyro, ¿quién diablos era el padre? ¿Cómo diablos Dhanarias estaba embarazada sin que él hubiera sentido la presencia de esa nueva vida en su vientre? ¡No, era ilógico lo que decía el de sangre Chilin!
Además... Indharus hubiera mencionado el nombre de su madre ni bien hubiesen hablado de ella...
Es imposible...
Su corazón palpitaba de forma escandalosa, mientras que mantenía entre sus brazos al joven Yaksha, quien ya se había calmado y ahora permanecía en silencio, intentando aliviar el ligero dolor de cabeza que se había generado gracias al llanto; la simple idea de tener entre sus brazos al hijo de aquella mujer que amaba le llenaba... de pánico.
Una vez, estando en una aldea afectada por la Guerra de los Arcontes, Dhanarias curaba a varias familias de todo tipo de malestares. La acompañaba por deseo propio, porque quería cuidarla de todo tipo de situaciones, pues había ocasiones donde ella regresaba a su dominio totalmente herida, pero contenta de haber cumplido su deber como Yaksha. Pero hubo una vez donde ella no regresó a la hora que prometió, causando así que saliera en su búsqueda. Y la halló, sumamente herida, en el suelo, inconsciente, mientras que una ligera luz la rodeaba.
Se curaba estando inconsciente.
Y desde ese día, por ese gran susto que pasó, la acompañaba a cada misión.
El punto era que, el día donde ambos fueron a ese sitio, Dhanarias estuvo curando y entreteniendo a los pequeños, los cuales quedaban más tranquilos luego de estar bajo su cuidado. Obviamente quedó agotada, pero contenta.
Y ahí, ese momento donde era un factor clave para esta situación, sucedió.
—Los humanos que son padres... —susurró Dhanarias. —Supongo que tienen un deber difícil.
«Porque si lo piensas bien, el traer la vida al mundo no sólo significa dejar un legado. Abarca más que eso. Es una vida nueva, una página en blanco que puedes ir dejando su huella de a pocos para así formar una especie de patrón.
