EPÍLOGO | Y UN DÍA, ELLA DESPERTÓ.

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  Es un poema su rostro, desfigurado por la dichosa melancolía que contaminaba su cuerpo

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  Es un poema su rostro, desfigurado por la dichosa melancolía que contaminaba su cuerpo. E igualmente no importaba la clase de accionares a realizar, pues ese sentimiento estaba arraigado a él, sin importar si su mirada era desviada. Todo estaba en él, dentro de él.

  El sufrimiento.

  Fantasías. Algo que todos vivimos, algo que todos amamos, y algo que todos odiamos. Las fantasías son meros espejismos de las personas, quienes se niegan asimilar una realidad que no sea de su agrado. Odiaba ser fantasioso en el aspecto de volverla a ver, pues ni siquiera en todos los años que han pasado, esta dio señales de al fin despertar. ¿Qué sentido, pues, tiene crearse una fantasía en su mente, intentando aliviar sus heridas letales? Pues ningún sentido ni lógica.

  Alatus dejó las flores de seda, cerca al pequeño riachuelo que había allí. La cúpula de agua emitía un fulgor azulino, donde, en medio de su húmeda protección, estaba el cuerpo inconsciente de la Yaksha. Flotando allí, con los ojos cerrados, con una expresión relajada, ajena a todos los disturbios ocurridos en la nación, ignorante del paso del tiempo. Y tiene tanta suerte, al igual que desdicha. Encerrada en su sueño, descansando luego de tanto, pero ajena a la libertad. Sin que su cuerpo se mueva, sin tener la grata oportunidad de ver el paisaje rejuvenecido, sin poder volver a bailar, sin ver de nuevo a su amado hijo, quien creció fuerte y saludable, alegre y vivaz.

  Allí, encerrada en su fantasía, en su sueño, estando así ciento veintinueve años. Las lunas y soles subieron y bajaron, las nubes corrieron todo el continente, la noche y el día se intercambiaron de lugar miles de veces. ¿Y hasta cuando seguiría en su descanso eterno?

  —Oh, papá, estás aquí.

  El Yaksha Anemo giró la cabeza, mirando así a la figura masculina que apareció en el sitio. Portador de visión Pyro, Indharus llegó a la escena, algo cansado de usar su energía para transportarse al sitio de descanso de su madre. Se notaba el agotamiento en su rostro, pues sus pasos eran suaves y ligeros, queriendo ir lo más despacio posible.

  —¿Te cansaste?

  —Sí, tuve que irme hasta Monstadt, más que todo a la Aldea Aguaclara. De allí, hacia MinLin y regresar a la ciudad. —Se quejó el Yaksha, suspirando para así sentarse en el suelo. —En Aguaclara no encontré muchas pistas para poder despertar a mamá...

  Existía una leyenda en Aguaclara: la hada del manantial. Se dice de que, en dicha aldea, habitaba una hada en la laguna del lugar. Ahí, un joven lloró en el lago, y fue ahí donde se le apareció el hada, queriendo cumplirle un deseo. Pero entonces, luego de tanto tiempo donde la divinidad convivía con el mortal, el hada jamás volvió a aparecer.

  Por tal motivo, y a pesar de que quizás se tratase de una mera historia fantasiosa, Indharus pensó de que podía invocar dicha hada para así que ayude a su mamá. Seguía siendo el mismo pequeño ingenuo, pero al menos podía ser más independiente.

lycoris radiata | xiao - genshin impact. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora