XIV_ ÚLTIMA PARADA (PARTE I)

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EL ULTIMO PUNTO

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No podría existir, en otra parte del planeta, una situación tan contradictoria como la que vivían los muchachos, protagonistas, de tan solo una efímera parte de la era de la supervivencia.

Por un lado teníamos a Micky, quien había luchado mucho por sobrevivir pero hace un día y un par de horas había sido mordido por un infectado y caminaba por la delgada cornisa entre la vida y la muerte, mas él y los que navegaban en el crucero Renovatio estaban a exportas de desembarcar en la isla, donde muchas personas intentaban sobrevivir, con un clima cálido, agua de lluvia proveniente de los altos montes, fruta, pescado, mariscos; todo lo esencial para poder sobrevivir, mientras que a cientos de kilómetros, los demás muchachos, si bien vivían, podrían morir en cualquier momento por el ataque de los dementes, caer a un precipicio, morir de inanición o hipotermia.

Nadie podía decir que su vida, en esta época, era segura, eso bien lo sabe Danny Hall, quien aún estaba encerrada en la sala de control junto a su hijo Démian, esperando por un rescate o Gustav Perrens y Lukas Orión, también encerrados en una sala en desuso con una cantidad de infectados del otro lado de la puerta dispuestos a arrancarles las entrañas a penas los vieran.

Ni siquiera Jennifer Dámina, Nelzon Mackenna y Kenia Kithman. Aun estando en la isla Hidra, dependían del grupo de rescate para poder sobrevivir, toda la sangre Dámina estaba derramada en aquel proyecto que por más el bien buscaran, siempre lograban estropear todo.

Sin embargo, la esperanza no se perdía, pues Shin Parck, bajando a Micky desde el crucero y poniéndolo en una balsa que lo llevaría a tierra firme y segura, seguía rogando por que los chicos encontraran la cura a la infección y así salvar a Micky. O Kenia quien pedía a ratos por la salud y vida de su novio. Incluso Danny, quien pudo tener contacto con Alonzo, al cual nunca conoció antes de que todo se fuera al carajo y, es más, no se imaginaba quien acompañaba al muchacho.

Si, la esperanza había llegado nuevamente, pero, así como llega, también se va, como el viento de otoño, como la nieve del invierno, como el sol de verano, como las flores de primavera, todo se va, todo es efímero como la vida y finalmente ya habían pasado 4 años y un poco más para que al final, las esperanzas también se vallan.

El problema se suscitaba precisamente en el Humvee que conducían hacia el bunker. El sistema de navegación GPS funcionaba perfectamente pero cuando arrollaron al deshuesador este se fue con la calibre 50 y además la antena que podía conectarlos con el bunker, por lo que ninguno de los que viajaba en el vehículo se imaginaba que les esperaba.

Por su parte, Danny seguía intentando tener contacto con los muchachos mientras operaba la sala de control para que los contaminados dejaran el bunker. Las luces ya las había apagado y la voz que les avisaba cuanto tiempo les quedaba ya no decía nada, dan la había desconectado y había puesto un contador en el monitor principal, quedaban tan solo 18 horas para el cierre total, pero ella sabía que los muchachos no estaban lejos y que en cualquier momento podrían llegar.

Entonces se le ocurrió la genial idea de generar estímulos para los infectados. Un megáfono que estaba fuera del bunker y que ella podía manipular para que solo aquel funcionase, le comenzó a dar pequeños cortos de corriente para que hiciera estática y los dementes, que estaban en modo hibernación, despertaran de su estancamiento y caminaran, incitados por aquel ruido, y finalmente salieran.

Pero ella no era una persona que pudiera tener mucha paciencia, así que decidió darle un poco más de estímulo a su idea y, con una vieja radio que usaba discos compactos, puso la primera música que quiso sonar y dio volumen a aquel megáfono que llamó la atención de la gran mayoría de los dementes.

LAZZARUS RENACIMIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora