XVI_PARTE II

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Con un profundo suspiro, Gustav presionó el botón. Un clic resonó en la sala, seguido de un silencio tenso. La mirada de todos se dirigió hacia el hombre, esperando el ruido o algún temblor de impacto para que la puerta se abriese y permitir que los infectados ingresaran y quedaran atrapados en el bunker antes de la implosión.

Pero nada sucedió. La puerta permanecía inmóvil, como si se burlara de sus esperanzas. El desconcierto se reflejó en los ojos de Gustav y en los rostros de los demás. El miedo se agitaba en el aire, amenazando con ahogarlos mientras la incertidumbre se apoderaba de ellos.

La realidad golpeó como un puñetazo en el estómago. La carga no había funcionado como esperaban. El escape seguía bloqueado, y el tiempo corría en su contra. El pánico asomaba en los ojos de todos, la sensación de estar atrapados en un rincón oscuro aumentando la angustia.

En medio del caos, Frank dio un paso adelante. Su rostro estaba determinado, sus ojos reflejando una resolución feroz—maldito viejo oxidado—dijo mientras levantaba su rodilla del piso. Voy a hacerlo—anunció con voz firme, quitándole el detonador a Gustav de la mano con alevosía.

El silencio se hizo más profundo, roto solo por la respiración agitada de todos. Los ojos de Frank se encontraron con los de los demás, y en ese instante, todos comprendieron la gravedad de la situación. El sacrificio de Frank podía ser la única oportunidad para que los demás escaparan.

Las palabras de agradecimiento y despedida quedaron en las gargantas mientras Frank se dirigía hacia la puerta, su figura desvaneciéndose en la oscuridad. La esperanza y el miedo se entrelazaban en el corazón de cada uno, mientras esperaban en silencio, sus mentes llenas de deseos silenciosos de que todo saliera bien para su valiente compañero.

—¡Lukas cuanto queda para la activación del refrigerante! —preguntó Giselle angustiada por la condición de Alonzo.

—¡5 minutos más!

—¿Y en cuanto podremos activar las ojivas? —inquirió Thommy.

—¡5 minutos después de la activación del refrigerante!

—¡Quedan 15 minutos para la implosión! —hablo la IA adelantándose ante cualquier pregunta de los sobrevivientes.

—André tiene que hacerlo ahora, sino el programa no tendrá tiempo de procesar las células—caviló Danny en voz media. Donde solo escuchó Thommy y Marck.

—Tienes que hablar con él Danny—susurró Marck—Él ya lo sabe, solo tenemos que dejarlo ir—añadió cabizbajo.

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Frank corría por los pasillos del bunker, su corazón latiendo con fuerza en medio de la carrera desesperada. Cada paso resonaba en la oscuridad, y su mente estaba enfocada en una sola misión: llegar a la puerta principal y detonar la carga explosiva que podría sellar el destino de todos.

El sonido de sus propios pasos era ensordecedor, y el eco retumbaba en su cabeza. Cada segundo era precioso, y la urgencia se apoderaba de él. El sudor resbalaba por su frente mientras se esforzaba por alcanzar su objetivo, la promesa de liberación al final del pasillo.

Pero justo cuando estaba a punto de llegar, un estruendo atronador hizo que se detuviera en seco. La puerta principal, una fortaleza aparentemente indestructible, sucumbió ante la fuerza brutal de las mutaciones. El sonido del metal retorcido y el crujido de la entrada al colapsar llenaron el aire. Una nube de polvo y escombros se alzó en el lugar donde una vez había estado la puerta.

El miedo se apoderó de Frank en ese momento, una brisa helada que recorrió su espalda. Estaba atrapado en el pasillo, con la entrada bloqueada por las criaturas mutadas. Pero no podía darse por vencido. Sabía que debía continuar.

LAZZARUS RENACIMIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora