II_ RENOVATIO (parte 2)

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— ¡Los chiflados ya está acá! ¡Corran!—gritó el muchacho nuevamente con su voz ahogada, aleteando sus brazos con desesperación.

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Inmediatamente, cuando Alonzo logró reconocer el rostro del chico, se movió rápido hacia la cabina del camión e intentó encenderlo, por suerte para todos, con éxito. En tanto Katherine, que ya no le temblaban las piernas, cruzó al otro lado del puente y como el viento soplaba hacia el oriente llevándose el humo negro de los automóviles incendiados, fue claro lo que diviso. Al asomar su cabeza por el barandal dio cuanta de como las personas que estaban en el bosque intentaban cruzar el rio o simplemente se lanzaban al torrente pues tras ellos, una masa incalculable de infectados corría para devorarlos.

Con pavor, retrocedió un par de paso nuevamente, congelándosele el cuerpo hasta el punto de no poder moverse. Sin embargo, Giselle apreció por el rabillo del ojo lo que ocurría con la chica y se apresuró al llegar donde ella mientras el adolecente de pecas llegaba al encuentro de grupo.

— ¡Debemos salir de acá! ¡Ellos ya vienen!—deprecó el chico envuelto en llanto y lágrimas de terror, asiéndose al ropaje de Micky exasperadamente mientras caía de rodillas, pues sus piernas se doblaban de cansancio.

— ¡Suban al camión, intentare detenerlos!—propuso Micky llevando al muchacho a la parte trasera del coloso en tanto que Giselle conducía también a Katherine al mismo lugar.

—Son muchos—susurró Kath con su vista fija en el piso. Claramente el miedo se había apoderado de ella.

En la cabina del coloso, Alonzo, quien no veía nada hacia adelante ya que el parabrisas estaba destrozado por los impactos de bala, se acomodó de tal manera que quedo con las plantas de los pies en el vidrio para luego con un gran impulso extirparlo del camión para así tener la vista despejada. Cuando el último retazo de cristal voló por la parte delantera hacia afuera, estiró su mano y ayudo a Isabella y su hija a subir e instalarse en el asiento del copiloto nuevamente. Finalmente, se apostó frente al volante y miró por el espejo retrovisor para notar que Katherine, el chico de pecas y Dalía subían para escapar.

Sin mucha dificultad puso el camión en retroceso, encendiéndose automáticamente la luz blanca en la pisadera de la parte trasera del camión. Micky y Giselle se movieron hacia atrás y luego voltearon para esperar a los infectados, que pensaban, eran una minoría.

— ¡No lo entienden! ¡El diablo mando a todo su ejército! ¡No podrán detenerlos!—gritó el chico desesperado mientras Alonzo ponía la primera marcha para salir hacia adelante.

Pero Dalía, no entendía la postura traumática de Katherine, quien sentada frente a ella solo tenía la mirada perdida y estática en el piso del camión, estaba aterrorizada.

—Son muchos, nadie podrá detenerlos—murmuró Katherine mientras llevaba su mano derecha a la boca como para detener alguna otra palabra que quisiera decir.

Dalía entendió de inmediato el mensaje de la chica. Ella había vivido algo similar cuando se encontró con el grupo de André en la armería, así es que se instaló al lado del muchacho de pecas y grito con fuerza a Micky y Giselle quienes de a poco se alejaban.

— ¡Hey, no pueden...!—pero las palabras de la chica se enmudecieron justo en su lengua quedando petrificada ante lo que veía.

De pronto, el suelo comenzó a temblar, Micky y Giselle detuvieron su andar lentamente y se quedaron parados al lado de un vehículo abandonado. En él veían como los vidrios cimbraban a cada segundo con impactos terroríficos, unas posas de aguas a los pies de Giselle hacían ese minúsculo oleaje, similar al que vio Micky en una película de dinosaurios. El humo negro de los automóviles incendiados les impedía ver más allá de los 80 metros. Su respiración se formó agitada, pues los temblores eran cada vez más fuertes e instintivamente el miedo los obligaba a retroceder unos pasó.

LAZZARUS RENACIMIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora