Capítulo 6.

7.4K 690 716
                                    

Max.

Sergio se movía sobre mi como un puto Dios, no podía despegar mi vista de él, verlo moverse con esa expresión de placer era algo que no podía ni quería perderme, todo en él era tan perfecto, desde su rostro y su cuerpo hasta sus gemidos, que estaban excitándome hasta el punto de la locura.

Estaba tan jodidamente apretado que cada vez que se empujaba contra mi sentía como si su trasero succionara mi pene, no me gustaba hacer ruidos cuando follaba, prefería escucharlos, pero estar dentro de él se sentía tan jodidamente rico que algunas veces me era imposible no dejar escapar un gemido y cuando eso pasaba Sergio parecía disfrutarlo, porque se hundía aún más profundo en mí.

Sentí que no podría aguantar mucho más y me incorpore para poder quedar frente a él, que seguía sobre mi cuerpo, quería besarlo, quería sentir sus labios y su sabor cuando me corriera. Sujete su pene en mi mano para ayudarlo a terminar, el soltó un gemido que quedó atrapado en nuestras bocas que se movían con rapidez, movió sus caderas al mismo tiempo que yo movía mano, masturbándolo, llegamos juntos al clímax, mierda, eso había sin duda el mejor orgasmo de mi puta vida, justo como él me había asegurado que seria.

Sergio intento moverse, pero yo no quería salirme de él aún, así que lo sujete con fuerza por la cintura y apoye mi barbilla en su hombro, él se quedó quieto por unos segundos, luego pasó sus brazos por mi espalda y hundió su cara en mi cuello.

No sabía que hacer o decir ahora, acaba de engañar a mi novio, tener sexo con otro hombre no estaba dentro de nuestros planes, sabía que lo había hecho por un motivo, pero lo había disfrutado más de la cuenta, las cosas no podían ser así.

Nos quedamos en silencio en aquel abrazo por un rato, hasta que él se movió de nuevo y luego soltó en español lo que supuse era una maldición.

—¿Qué pasa? —lo solté de inmediato y él se apartó quejándose.

—Mierda, mierda, mierda, me dio un maldito calambre en la pierna.

Aquella era una situación muy divertida, por lo menos para mí, me quite el condón y me acerque a él.

—Deja de reírte, duele como el carajo.

Él estaba sentado en la orilla de la cama, masajeando su pierna, me hinqué frente a él y puse mis manos sobre su muslo.

—Puedo darte un masaje si quieres.

Los dos seguíamos desnudos y tenerlo así frente a mí me hizo querer volver a estar dentro de él. Entreabrió los labios cuando yo comencé a masajear su pierna, el nuevamente estaba tan excitado como yo.

Se escucharon unos fuertes golpes en la puerta y ambos nos tensamos en nuestros lugares. Debía ser muy tarde ¿quién mierda lo visitaba a esta hora?

—Checo, ábreme por favor, sé que estás ahí —reconocí la voz de Stroll y recordé porque había ido con Sergio en primer lugar y lo sucedido aquella noche en el bar— solo quiero hablar contigo.

—¿Qué mierda hace el aquí? —me puse de pie, se me habían quitado las ganas de follar.

—Seguramente solo quiere disculparse por lo de hace rato.

—¿A esta hora? —recogí mi ropa del suelo y me la puse.

—Bueno —dijo Sergio haciendo lo mismo que yo y vistiéndose, solo que el no logro encontrar su playera— tú estás aquí, disculpándote

—Estoy seguro de que a Stroll le gustaría que sus putas disculpas terminaran tan bien como las mías.

Sergio se abrochó su pantalón y se encogió de hombros.

Another love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora