La erótica de la promesa.

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La conversación ya se había alargado durante casi una hora. Con cada notificación de un mensaje suyo, mi corazón daba un brinco. Con cada retraso en su respuesta, a mi corazón se le escapaba un latido.

Como siempre, hablábamos de cosas intrascendentes, y yo me tenía que morder la lengua para no pedírselo, para no perdirle que se quitara las bragas. Las mías estaban ya en el suelo, y mientras mi dedo corazón exploraba mis rincones más íntimos me preguntaba si ella estaría igual, con la mano izquierda sobre el teclado y la derecha entre sus muslos.

Sólo tenía su avatar y sus palabras para imaginar, pero eran suficientes para mí. Pulsaba las teclas como pulsaría su clítoris, y enviaba mis réplicas con la misma cadencia con la que me masturbaba.

Deseaba que mi placer le llegara en los suspiros que se deslizan entre los caracteres y que ella fuera consciente de mi orgasmo en el silencio que sucedió al clímax.

La lengua me sangraba allí donde me había mordido. El sabor dulzón de la sangre se mezcló con los tonos más agrios de mis fluidos cuando me lamí los dedos. "La próxima vez", me prometí, como hacía cada vez que terminaba la conversación con ella, "la próxima vez se lo pediré".


Desnudez desgarrada: historias Eroguro de lo macabroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora